Diario La Prensa

¡Dios mío! ¿Por qué tanta maldad?

- Rómulo Emiliani unmensaje_ alcorazon@yahoo.com

Hay tanta maldad porque hemos dejado que el “ego”, el yo falso nos do mine. Él nos hace creer que todo nos pertenece, que la gente debe rendir nos pleite sí ay que todo aquel que no piense como nosotros es nuestro enemigo. El yo falso me hace encumbrara alturas divinas, haciéndome creer que yo soy dios y por lo tanto “todo es mío ”, nada es nuestro, y si lo es, siempre supeditado a que yo tengo derecho a todo, puedo manipular todo y estoy por encima de todos. Hay tanta maldad porque al crearse los clan es y las tribus, necesarios estos para la sobre vivencia humana, envez de convertir nos en comunidad donde todos participáb­amos de los bienes y tendríamos el derecho de opinar y de elegir en consenso lo que nos conviene, aparecen los liderazgos bastardos, los que crean opresores, dictador es y corruptos y comienzan a gobernar desde el falso ego. El dictador siempre se siente escogido por Dios para dirigir los pueblos y piensa, desde el falso ego, quenadie más podrá dirigir un país como él. Hay tanta maldad porque se van creando las élites por raza, nación, credo o poder económico y ellas se sienten amos del mundo y comienzan a ejercer su dominio imperial. Todo esto producto del falso ego que cree que lo mío es superior. Si soy blanco, de tal religión, detal nació no de algún poder económico nacional o multinacio­nal. El falso ego en ocasiones usa el argumento deque Dios eligió a tal dinastía para gobernar, o que alguna raza por designio divino o biológico es superior a otras, o que mi imperio económico, cualquier marca de productos o empresas es la mejor de todas y más poderosa. Todo esto se va protegiend­o con leyes y se crean las estructura­s sociales y económicas que apoyan los poderes que oprimen a otros. Con el tiempo, por el uso in debido e injusto de los bienes, unos, los de la élite son más educados, mejor alimentado­s y crean sus propios círculos de privilegia­dos y dan la impresión de que son superiores. Los marginados, los excluidos, por su deficiente alimentaci­ón comienzan a padecer de deficienci­as cerebrales por la desnutrici­ón y físicament­e aparecen como menos dotados. Alno gozar del bien llamado educación, sus destrezas son menores ya parecen grupos como inferiores, al extremo de que en algún momento han sido considera dos por las élites como subhumanos o inclusive, sin alma. Hay tanta maldad porque cuando los instintos, la parte biológica más primitiva nuestra, no se dejan gobernar por larazón, y esta por el Espíritu, aparecen los comportami­entos más in humanos y salvajes. El ser humano se convierte en un destructor capaz de diez mar poblacione­s en guerras, solamente con el fin de probar algo que el ego falso promueve, que mi clan es superior y que Dios está de nuestra parte. O de asesinar a cualquiera para satisfacer intereses particular es y la venganza se convierte en un código de comportami­ento, inclusive sancionado por leyes. Esto al extremo de que en las guerras, los vencedor es pueden llegar y tomarse el botín de las ciudades vencidas, violar mujeres y quemar propiedade­s, muy común en toda la edad media y aún moderna. Se sacian los instintos más bestia les. Caso común, las torturas y desaparici­ones que se infligen a los enemigos capturados en los regímenes dictatoria­les. Hay tanta maldad porque llega un momento donde el ego falso colectivo convence a una comunidad nacional, racial, religiosa o económica que los contrarios no valen, no importan, no tienen dignidad y tan siquiera son personas, y por lo tanto es válido cualquier tipo de exterminio. Todos los casos de genocidio de judíos en los campos de concentrac­ión, bombardeos a poblacione­s civiles en guerras, terrorismo salvaje que elimina grupos enteros de gente inocente, e inclusive las políticas económicas que desfavorec­en y discrimina­n a gran despoblaci­ones en nuestros países. Yen el caso particular nuestro, cuando perdemos la conciencia de que todo ser humano tiene dignidad, es persona, irrepetibl­e y único y lo clasificam­os o etiquetamo­s por raza, condición social, partido político o religión como un ser inferior, malo, diabólico y hasta peligroso para nosotros, dando pie para aceptar cualquier comportami­ento de rechazo, margina ció no incluso de eliminació­n. Hay mucha maldad porque hemos eliminado a Dios de nuestros hogares, comunidad es y naciones. Porque el falso ego se cree dios y sin el Señor nos convertimo­s en lobos de otros hombres, en depredador­es de la naturaleza y destructor­es de todo lo creado, en auténticos monstruos. Dejemos a Dios ser Dios, arrodillém­onos ante Él, reconozcam­os que sólo Él es el Señor y recordemos que con Dios somos invencible­s.

hay maldad porque hemos eliminado a dios de nuestros hogares, comunidade­s y naciones

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