“Lucem aspicio”
Los recientes disturbios causados por los universitarios del MEU me llevaron de regreso en el tiempo cuando estudiaba en la Unah de Tegucigalpa en la segunda mitad de la década de los 70. Una época universitaria llena de huelgas, mítines, música revolucionaria y los edificios de la alma mater pintados de rojo y negro y con la imagen del Ché Guevara por todos lados, una época oscura en la universidad. Los líderes estudiantiles de esa época destilaban odio, resentimiento social y mediocridad. Muchos de ellos ahora viven como burgueses, palabra con la que se referían con desprecio a lo que criticaban. Las imágenes de prensa y televisión de los disturbios causados por estos dizque estudiantes de ahora son patéticas. Encapuchados, peleando con la Policía, obstaculizando la circulación de vehículos, lanzando rocas y bombas molotov. Siempre la mediocridad busca la violencia como forma de expresión. A falta de ideas y juicios, voces altisonantes y antagonismo verbal marcado. A falta de una audiencia que escuche sus disparates buscan las calles, hacen desorden, llamando la atención de la única manera que tienen. El mundo actual está lleno de gente como ellos. En Europa ponen bombas, ametrallan gente en lugares públicos y, la última moda, atropellan transeúntes inocentes en calles concurridas con buses, camiones. Aquí se cubren el rostro, allá se aprovechan cobardemente de la sorpresa. El motivo es el mismo, las causas varían, pero el método es universal: violencia, uno de los actos más primitivos del Homo sapiens. ¿Cómo pueden permitir los padres de estos encapuchados que anden en estas actividades?, ¿saben lo que hacen sus hijos?, ¿apoyan estas actitudes de ellos? El ser humano que llega a una universidad lo hace con el fin exclusivo de adquirir un conocimiento que lo ayude a mejorar su vida y de la gente que lo rodea, un fin loable, autosuperación. Muchos trabajan y estudian, más dignos de respeto aún. Esperan encontrar en su alma mater la sabiduría que requieren para sus metas, no esperan violencia, no esperan ambientes cargados de confrontación. Y los del MEU desafiando todo, enfrascados en lucha cuerpo a cuerpo con todos: compañeros, Policía, rectora, Presidente de la república, motivados por asuntos oscuros que solo ellos entienden y que lo que dejan entrever es incapacidad. Todo empezó cuando se elevó el índice académico de aprobación y las notas requeridas para permanecer en la universidad. A falta de recursos, violencia, al más fino estilo de los sindicatos de antaño. Y los políticos de oposición aprovechando el río revuelto azuzan el ambiente desconociendo los logros realizados por las actuales autoridades universitarias que solo se han limitado a seguir un reglamento, a aplicar normas de procedimiento y vestir su ejecutoria de iniciativas propias y decencia. Políticos que en su afán de ser oídos se atreven inclusive a poner en tela de juicio la persona de su rectora. Una dama muy sufrida que ha demostrado seriedad, compromiso y una personalidad fuerte, tal y como se requiere en ese puesto. Políticos que inclusive por debajo de la mesa estimulan estos resentidos sociales para que protesten por todo trayendo caos en un momento político crucial. Ya es tiempo de que veamos al pasado y veamos que la violencia en las calles no lleva a ningún lado. Solo trae desazón, sangre, ahuyenta el turismo y nos hace preguntarnos dónde estamos si nuestros universitarios se dedican amparados en sus derechos de protesta a crear violencia y dañar la propiedad privada. Por un lado exigimos al Gobierno seguridad ciudadana en el caso de maras y sicariato, pero permitimos este otro tipo de violencia llevado a cabo por los llamados a sacar adelante el país. ¡Qué incongruencias, señores políticos! Y ustedes, jóvenes universitarios que desean realmente estudiar, no presten oídos, no apoyen las conductas de estos desobligados que viven de eso, de crear desorden. Ellos no tienen metas para una vida mejor, ellos quieren protagonismo. únanse, encuentren la manera de tomar ustedes el control de lo que quieren, que no les arrebaten sus sueños, que no les coarten sus esfuerzos, que no callen sus voces. Como país tenemos que poner las cosas claras; no queremos violencia, entonces digámoslo. No permitamos que empiecen los antisociales a desarrollar terror como arma de negociación. Veamos lo que pasa en Europa, el odio en su máxima expresión. Ellos empezaron por ser resentidos sociales también y, a falta de audiencia, explotan la violencia por el motivo que sea, social, político, religioso. Lucem aspicio debe seguir siendo el ideal universitario, no debemos permitir que sea mancillado por los encapuchados.
“NO PERMITAMOS QUELOS ANTISOCIALES DESARROLLEN ELTERROR COMO ARMADE NEGOCIACIÓN”