Salvaguardar la academia
To dos los esfuerzos que se están realizando para terminar con la prolongada crisis que ha atravesado la Un ah son válidos y justifica dos. Desde este diario hemos señala do en más de una ocasión que lo que sucede en la Universidad Nacional afecta al país entero y que todos loshondureñ os debemos estar preocupado se interesados en que las actividades que se realiza nene llano sufran interrupciones. Sin embargo, hay que ser muy cuidadosos para evitar que cualquier solución que se plantee ala señala da crisis no vaya a llevarse por delante la razón de existir ala Un ah, su misión fundamental: laacademia. Es inevitable que una institución como esta sea un espejo de la realidad nacional y que se vean refleja das en ella las contradicciones propias de toda sociedad democrática. Deahíque las diversidades de posturas ideológica solas distintas maneras de concebir su organización y estructura, así como los modos de participar en su vida no pueden ser idénticos. Pero, su naturaleza académica debe dar a estas distintas maneras de concebirla un tinte en el que se privilegien los intereses académicos por encima de cualquiera otros. Sobretodo durante la segunda mitad del siglo X X, laUnahno solo fue instrumental izada por grupos políticos de izquierda y de derecha, sino que se convirtió en teatro de sus disputas y luchas. El proceso de deterioro que sufrió la Un ah en la última década fue, precisamente, producto de esa situación. Laciudad aní ah on dure ña fue testigo de su pérdida de prestigio y de la fama bien gana da de desorden y mediocridad en la mayoría de sus unidades académicas. Es justo reconocer que el equipo que ha dirigido la rector a Castellanos ha ejecutado un trabajo esforzado en los años en que ha estado al frente de la Universidad y que, no sin contratiempos, impulsó un desarrollo físico solo equiparable con el período en el que se construyó la Ciudad Universitaria. Además, se ha logrado ordenar el trabajo docente, así como eliminar una serie de vicios que se habían enquistado en muchos de sus colaboradores docentes y no docentes, delosque talvez el más notable era el incumplimiento de los horarios detrabajo. Ante la situación actual urge que el diálogo propiciado y media do por el Congreso Nacional rinda frutos en el menor plazo posible. Las clases deben reasumirse ala brevedad y aunque el tiempo perdido es irrecuperable pueda desarrollarse un segundo período de clases con toda la normalidad necesaria. Pero, se insiste, no debe permitirse que los criterio s políticos estén por sobre los académicos. Hacer esto sería traicionarla misión de la Universidad y obtener una victoria peorquepírrica. Todo sea por Hondura.