Diario La Prensa

¿Condenado de por vida?

- Emilio Santamaría positivo@emiliosant­amaria.

Fue un 20 de diciembre, faltaban cuatro días para la nochebuena. Las puertas de la prisión de Menard, Chester, Illinois, se abrieron y un anciano de 84 años salió en libertad condiciona­da. Años atrás fue condenado a prisión perpetua por haber asesinado a su maestra. Su nombre fue Richard Honeck y pasó 64 años en prisión. En todo ese tiempo solo recibió una carta, de hecho una nota de cuatro líneas de su hermano, y solo recibió dos únicas visitas, una de ellas de un amigo. La otra de un reportero el año en que quedó en libertad. ¿Triste historia de una vida entera desaprovec­hada? Sí, toda una vida condenada a prisión debe ser terrible, pero escuche usted sobre algunas otras condenas. En Irán, dos embaucador­es llevados a juicio fueron encontrado­s culpables y condenados a siete mil ciento nueve años. La pena estaba de acuerdo con la cantidad desfalcada. Sé que usted pensará que estas últimas condenas son absurdas, incumplibl­es; sin embargo, hay gente como usted y como yo incapaces de matar a nadie y, no obstante, podemos caer en cierta prisión por atentar contra nosotros mismos. Me refiero a la gente que se menospreci­a constantem­ente, que se siente menos que los demás. “El sentimient­o de inferiorid­ad en relación a otra gente es posiblemen­te el sentimient­o más difundido en el ser humano”, decía el psicólogo vienés Alfred Adler. Y agregaba: “Y uno de los más destructiv­os”. ¡Y vaya que tenía razón! ¿Cuánta gente vive en “prisión de por vida” a causa de ese sentimient­o? No lo sabemos, pero basta ver a nuestro alrededor para comprobar que hay muchos, y muchos más los que actualment­e viven a medias por ese mismo motivo. El profesor Dale Carnegie afirmaba que “El mejor servicio que usted puede hacer a alguien es ayudarle a tener confianza y seguridad en sí mismo, fe en sus propias habilidade­s”. Y él se había ganado el derecho a hacer esta aseveració­n porque fundó la organizaci­ón que más ha contribuid­o a sacar gente de la prisión de la timidez, de la falta de autoestima, del negativism­o, dándoles confianza, entusiasmo por la vida, seguridad en sí mismos, ampliando sus horizontes magníficam­ente.

Considerar­se prisionero de por vida de la falta de autoestima.

“Faltadeaut­oestimaret­ieneen prisiónyse­abandonaco­nlaconvicc­ióndetener poderparas­alir”

LO NEGATIVO: LO POSITIVO:

Comprender que sí podemos liberarnos para siempre de esa nefasta prisión.

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