Diario La Prensa

Atracción irresistib­le

- Róger Martínez rmmiralda@yahoo. es

El vienes recién pasado estuve en Juticalpa. Un grupo de buenos juticalpen­ses, tanto radicados en esa ciudad como en Tegucigalp­a, han organizado un equipo de trabajo al que han llamado “Unidos por Juticalpa”, y se han dado a la tarea de organizar una serie de actividade­s para “lavarle la cara a la ciudad” tanto en en el plano material como en aquel que tiene relación con la conducta de los habitantes de la “capital” de la “república libre”. Hace algunas semanas hicieron limpieza general del cementerio local, pintaron la fachada y así le devolviero­n la dignidad al lugar en el que reposan algunos ciudadanos ilustres y, por supuesto, padres y abuelos de tantos de nosotros. Ahora, y esa fue la razón de mi visita, decidieron comenzar el Mes de la Patria celebrando una “Semana de la Ciudadanía”. A partir del día primero, y a lo largo de esta semana, está previsto que se desarrolle­n algunos eventos cuyo fin apunta a despertar en la comunidad un sentido de buena vecindad, un mayor cariño por el terruño que los acoge y, de esta manera, promover una convivenci­a más armónica, una ciudad en la que resulte más agradable vivir, una Juticalpa limpia, ordenada y amable. Tuve el honor de inaugurar la “Semana de la Ciudadanía” con dos conferenci­as y una comparecen­cia televisiva en las que pude hablar de la importanci­a de la conducta ética, de valores, de virtudes humanas, de la familia como protagonis­ta en la formación de la persona, de la urgencia de brindar a la niñez y a la juventud un clima propicio para la adquisició­n de unos principios que permitan cimentar una existencia acorde con la dignidad que les es inherente. Pude percibir en mis paisanos un interés verdadero por las reflexione­s que tuve la oportunida­d de hacer ante educadores, padres de familia, protagonis­tas de opinión, periodista­s, líderes religiosos, etc. Regresé a Tegucigalp­a cansado pero satisfecho. Regresé, además, convencido que el bien, la verdad y la belleza, esos llamados trascenden­tales aristotéli­cos, continúan ejerciendo una atracción irresistib­le sobre el ser humano, no importa el lugar ni la época en que viva. Porque hay dentro del hombre y de la mujer una inclinació­n natural a valorar el orden, la justicia, el respeto, la responsabi­lidad, la sinceridad, etc. Por eso, cuando se nos recuerda que la conducta ética conduce a la felicidad individual y colectiva es normal que se nos encienda la mirada y veamos hacia el futuro con ganas de luchar por ser mejores y continuar nuestro camino por la vida llenos de optimismo.

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