Una madurez bien lograda
Treinta años es una cifra redonda. Cuando una persona llega a esa edad se supone que ha alcanzado un nivel de madurez que le permite asumir responsabilidades de cierta entidad porque posee ya una personalidad cuajada y recia. Atrás quedó la inseguridad, la improvisación y el espontaneísmo, propios de la adolescencia. De las instituciones se espera algo parecido. El hecho mismo de haber dejado de ser una simple organización humana para convertirse en una verdadera institución dice mucho de cualquier empresa. Las auténticas instituciones, que no basta con llevar la palabra en el nombre, se han ganado ese estatus a punta de trabajo serio y esforzado, y por eso se han convertido en referentes, en modelos, en ejemplos a seguir. En Honduras, desde la fundación de la Universidad Nacional Autónoma, pasaron más de cien años antes que surgiera otro centro de estudios del nivel superior. En la década de los cincuenta del siglo pasado nació la Escuela Superior del Profesorado, hoy UPNFM, y es hasta en los setentas del mismo siglo que la iniciativa privada incursiona en este campo y se fundan dos universidades, una en Tegucigalpa y otra en San Pedro Sula. El monopolio estatal de la educación es nocivo porque, en primer lugar, impide que los padres de familia tengan la libertad de escoger el tipo de formación que quieren para sus hijos y, en segundo lugar, y peor aún, se corre el riesgo de que la academia se utilice para desarrollar procesos de ideologización y aquello que debería ser exclusivamente científico adquiera un cariz político que solo beneficia a personas, grupos o sectores. En Tegucigalpa, en 1987, un grupo de docentes universitarios decide fundar Unitec. Hoy por hoy, treinta años después, esta se ha convertido en una institución en todo el sentido del término; con un prestigio nacional e internacional bien ganado; con programas académicos rigurosos y vanguardistas, con un permanente afán de innovación, con una profunda vinculación con la sociedad y todo dentro de un marco que, además de buscar la excelencia personal y profesional, propende a la formación integral de hombres y mujeres. De Unitec puede decirse que ha alcanzado una madurez bien lograda. Que sus miles de graduados llevan un sello envidiable; que dentro de ella se trabaja muy en serio, que su aporte al desarrollo de Honduras es indiscutible y que es ya pieza fundamental e indispensable del panorama educativo nacional. En estos treinta años, Unitec se ha ganado el respeto de todos los sectores, que ven en ella una aliada incuestionable para caminar por la senda del desarrollo científico y tecnológico.
“Unitec, madUrez bienlogradapara caminarporlasenda deldesarrollo científicoy tecnológico”