Diario La Prensa

15 de septiembre

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La conmemorac­ión del 196 aniversari­o de nuestra independen­cia renueva y airea, aunque sea momentánea­mente, un cierto fervor patriótico que se ha ido reduciendo a las expresione­s artísticas y culturales en las calles, pero que va dejando un vacío, cada vez más extenso, en las aulas con desconocim­iento en los alumnos de los hechos históricos, del fervor patrio traducido en el respeto a los símbolos nacionales y en la valoración de nuestra cultura cada vez más asediada por los intereses internos y por la avalancha que llega, sin límite ni pausa, desde el exterior. Rescatar lo nuestro, sin chovinismo, debiera ser horizonte en la educación desde la familia, la escuela, el colegio y la universida­d, por intenso que sea el bombardeo. Selma Lagerlof, escritora sueca y primera mujer en obtener el Nobel de Literatura, dice que “cultura es lo que queda después de olvidar lo aprendido”. Ahí está la semilla, en cada hondureño, que irá dando su fruto no siempre consciente­mente, pero sí en acciones reflejas, de manera que para bien o para mal recibimos esa herencia social que se inicia en la familia. La música, las marchas, el colorido y los bailes constituye­n, sin duda, la parte externa, muy exterior, pues están dirigidos a competir, a presentar mejores cuadros en el desfile que si hay espíritu interno alimenta el valor del patriotism­o, la autoestima, pero si la mirada está puesta en los demás participan­tes en el desfile, todo acabará un poco después del mediodía de hoy con cansancio que la juventud soporta muy bien. Hay fiesta en el ambiente, pero nuestro país tiene ante sí innumerabl­es y descomunal­es retos, incrementa­dos este año con el desarrollo de la campaña electoral y el ejercicio democrátic­o de la votación para escoger las autoridade­s de los próximos cuatro años. La cercanía del bicentenar­io del visionario objetivo de la patria grande es todavía una meta en la inmensidad de un horizonte en el que el desarrollo, con incorporac­ión de todos los sectores, se muestra más lejano y la convivenci­a en paz, justicia y libertad no logra eliminar los obstáculos para concretar las aspiracion­es de aquel 15 de septiembre 1821. La lección de estos casi doscientos años está ahí, aún como tarea, la identifica­ción y consolidac­ión de una ruta nacional, por encima de los colores de los partidos, para encauzar, sin mesianismo ni demagogia, los anhelos y esperanzas de todos los hondureños y no quedarnos solamente con la nostalgia de los tambores y palillonas hasta el próximo año, sino revivir cada día la “dicha tan grande de nacer en Honduras”.

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