El día después
La credulidad humana es infinita, y entre menos educación y cultura se posea, más. Los últimos fenómenos naturales que han azotado la región: huracanes y sismos, han vuelto a despertar el interés de algún sector de la población sobre la posibilidad de que este mundo en el que vivimos tenga fecha de caducidad, y, de ahí, curiosidad por saber cuándo caduca. En la cultura cristiana, cuando se habla de esos temas, se hace referencia a las postrimerías, y se afirma que, en efecto, llegará un momento en el que esta realidad dará paso a una superior en la que el conocimiento imperfecto que el hombre tiene de Dios se convertirá en una experiencia definitiva en la que criatura y Creador vivirán para siempre en un estado de comunión directa y en la que la caridad y la felicidad permanentes serán la nota predominante. Sin embargo, si hay algo que la Iglesia ha repetido a lo largo de vente siglos es que única y exclusivamente Dios sabe a ciencia cierta cuándo y cómo sucederá todo esto. Otros grupos que se consideran cristianos, sin embargo, se han aventurado a dar a la historia de este planeta fecha exacta de vencimiento o por lo menos a asegurar que el final está cerca. Quién sabe con qué propósito personas y grupos asumen, en sus prédicas y enseñanzas, posturas apocalípticas. Si lo que se busca es un cambio positivo de conducta entre la población, de modo que todos nos enmendemos y procuremos portarnos bien, no está del todo mal. Qué más quisiéramos todos que narcotraficantes, criminales, extorsionadores y corruptos se enmendaran y buscaran redención. Ideal sería que, temerosos de la ira divina, todos los antisociales dejaran el mal camino y optaran por ser ciudadanos honestos y útiles a la sociedad. Pero si lo que se pretende es convertir la salvación eterna en pingüe negocio y que algún “vivo” se enriquezca recogiendo limosnas para asegurar el cielo, estamos perdidos. A mediados del siglo XX, el novelista español Ramón Gómez de la Serna escribió una novela llamada “La nardo”. En ella se narraba cómo ante el anunciado “fin del mundo” una pareja de amantes deciden hacer a un lado toda moralidad y decoro y manifestar todo tipo de conductas inmorales, en vista de que, igual, el mundo estaba por terminar. Al final de la novela pasa el esperado y fatídico día sin que el mundo se acabara y con la desazón de tener que dar cuenta de sus despropósitos a la familia y a los conocidos. El día después no fue más que otro día más. La verdad es que, más que estar buscando signos y señales de muy dudosa interpretación, debemos dedicarnos a trabajar en serio. El trabajo esforzado e intenso será lo único que nos asegurará un futuro mejor. Lo demás son pamplinas, que no nos quepa duda.