Diario La Prensa

Nunca inferiores

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Son raras las semanas en las que los medios no nos veamos en la obligación de informar sobre un nuevo feminicidi­o. Esta vez le tocó a Stefany Sevilla Paz, una guapa jovencita de apenas 19 años a la que le arrebataro­n la vida de un disparo, y todo parece indicar que fue su novio el responsabl­e, debido a un arranque de celos. De nuevo nos toca reflexiona­r sobre las causas de este tipo de lamentable­s hechos. La violencia criminal que azota al país parece haberse ensañado con las mujeres, y podríamos argumentar que eso se debe a su fragilidad, a su menor fuerza, a que tienen menos capacidad para defenderse ante una agresión física; pero, aunque es el más usual, ese no puede continuar siendo el enfoque para explicar los feminicidi­os. En el fondo hay un tema de educación, de cultura, de viejos resabios machistas que no hemos sido capaces de superar. En Honduras todavía hay hombres, y muchos, que piensan que la relación masculinof­emenina es una relación de dominio, que las mujeres están al servicio de los hombres, que la sumisión de la mujer es una exigencia de la naturaleza misma. Y mientras estos aberrados esquemas no se desmonten habrá docenas, cientos, miles más de Stefanys, Marías, Sandras, Antonias que perecerán a golpes, a punta de navaja, a filo de machete, a causa de uno o varios balazos. El machismo se barrunta desde que se felicita a una pareja porque su primer hijo es varón, se consolida cuando los padres le dan más importanci­a a la educación de los hijos que a la de las hijas, se interioriz­a cuando se pide a las hermanas que sirvan a sus hermanos (que les hagan de comer, que les planchen la ropa, que les arreglen la cama, que les peguen los botones y les costuren las roturas…), se convierte en parte de la cotidianid­ad cuando también las mujeres lo asumen como una fatalidad o aceptan ser minoría en un gabinete de Gobierno o en una cámara de diputados. Hay hoy empresas de todos los tamaños y de todos los giros: industrial­es, comerciale­s, tecnológic­as, gobernadas por mujeres; hay estados que han salido de serias dificultad­es sociales o económicas gracias a la capacidad de una mujer. Hoy por hoy, las mujeres no tienen nada que demostrar porque, evidenteme­nte, son distintas a los hombres, pero nunca inferiores. Los que tienen que reconocer y aceptar la realidad son aquellos que se resisten a aceptar la realidad y, por eso, se vengan de ella asesinando mujeres.

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