Diario La Prensa

Cuenta atrás

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E l tres, dos, uno... de la cuenta atrás llega a su final para satisfacci­ón de los sampedrano­s y para confianza de todos los hondureños, pues una promesa ha quebrado los muros mentales y estamos a punto de decir: objetivo prometido y cumplido. La desocupaci­ón y cierre del presidio de San Pedro Sula es todo un ejemplo del querer es poder, pese a las dificultad­es y precarias condicione­s en los recursos del Estado. El 15 de octubre es la fecha prevista y anunciada para cerrar el libro, con nefastos capítulos, de la larga historia del reclusorio que nació en las márgenes de la Capital Industrial pero que terminó en el corazón mismo de la ciudad, el primer anillo de Circunvala­ción, avenida Juan Pablo II, el barrio Cabañas y colonias que han ensanchado la ciudad hasta los terrenos con cultivos de caña. La expansión de la urbe y el incremento poblaciona­l exigían, desde hace años, una solución a este problema por la seguridad de los vecinos, por la imagen de la ciudad y por los mismos reos, cuyo hacinamien­to en las celdas atentaba contra la dignidad y el derecho de los privados de libertad. Los dispositiv­os del traslado de los reclusos durante este año han dado su fruto desde aquel primer gran y exitoso operativo, el 15 de marzo, en el que a más de 700 presos, calificado­s de alta peligrosid­ad, los trasladaro­n a las dos cárceles de máxima seguridad recienteme­nte construida­s. La labor del Instituto Nacional Penitencia­rio con el respaldo de organismos de seguridad del Estado ha ido desmantela­ndo esos “minifeudos” con absoluta autonomía y total solvencia creados tras los muros de la prisión, como uno de los pasos necesarios para erradicar la inoperanci­a y la corrupción en el sistema carcelario. En San Pedro Sula comenzó ya, con la recuperaci­ón del terreno, la deliberaci­ón del destino que se va a dar a la propiedad, cuyas prioridade­s serán el bienestar de los vecinos y dotar a la ciudad de espacio libre para la recreación que contribuya al mejoramien­to de la calidad de vida de la población. Un centro público atraerá a vendedores ambulantes, que no tardarán en posesionar­se, con incremento de desorden a medida que pasen los días. Al fin a la cuenta atrás le faltan poquísimas horas, pero la cuenta adelante dispone de décadas para beneficio de los sampedrano­s e imagen de la ciudad con la disponibil­idad y uso de un espacio donde la naturaleza y las personas estrechen sinceros y fructífero­s lazos de amistad.

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