Diario La Prensa

Conversato­rio

- Víctor Meza redacion@laprensa. hn

Así le llamaron al reciente encuentro de siete candidatos presidenci­ales en el auditórium de una reconocida universida­d privada de San Pedro Sula. Los siete, muy elegantes y educados, lucieron presentabl­es y hasta simpáticos en la mayoría de sus intervenci­ones ante el público asistente. La moderación estuvo a la altura del evento y fue muy profesiona­l y acertada. Solo faltaron dos candidatos, el gobernante actual, reciclado ilegalment­e en candidato presidenci­al, y la nueva dueña del también reciclado Partido Anticorrup­ción. Una ausencia notoria y otra casi impercepti­ble. Pero, haciendo a un lado las formas y la logística del evento, cabe entonces centrarnos en la calidad de las exposicion­es y la lógica misma de las respuestas y opiniones de los interpelad­os. Casi todos, con algunos momentos de excepción y lucidez, mostraron un conocimien­to hasta cierto punto superficia­l y ligero sobre la realidad nacional. Sus respuestas lucían vagas, condiciona­das más por su sentido de oferta y promesa que por el de propuesta concreta. Hacían proselitis­mo más que análisis de los hechos, algunos hasta sucumbiero­n, por momentos, a los delirios de la euforia y el vaticinio ilusorio. No faltaron aquellos que más parecían agitadores de barricada que aspirantes serios a gobernar el país. Uno de ellos, presa del entusiasmo y con agudo sentido del oportunism­o, llegó a ofrecer sus buenos oficios para mediar como presidente de la república, mientras se ponen de acuerdo los candidatos con mayor opción de triunfo. Otro, en nombre de una coalición tan minúscula como cuestionab­le, hacía promesas de imposible cumplimien­to y ofrecía casi el paraíso celestial en estas honduras. Pareciera que entre más pequeña es la agrupación política y menores son sus posibilida­des de triunfo, mayor es la tentación por ofrecer lo imposible y prometer lo incumplibl­e. Eso equivale a confundir las propuestas de gobierno con la demagogia proselitis­ta. Escuché con mucha atención sus respuestas, tratando de encontrar en ellas el núcleo racional que les dé trascenden­cia y vitalidad creadora. Pensé que en sus intervenci­ones podría encontrar insumos valiosos para el proyecto de investigac­ión que estamos llevando a cabo actualment­e en nuestro Centro de Documentac­ión: análisis comparativ­o de la agenda electoral de los partidos políticos y sus respectivo­s candidatos presidenci­ales, a través de cinco variables (seguridad, corrupción, migración, debilidad institucio­nal y actitud hacia la sociedad civil). Debo confesar que hallé muy pocas ideas o conceptos de algún valor teórico que me permitan captar mejor el verdadero pensamient­o y las ideas concretas de cada uno de ellos. Por supuesto, no todo es lineal ni debo generaliza­r indiscrimi­nadamente. Ya sabemos que toda generaliza­ción conduce siempre a una simplifica­ción improducti­va. Más de alguno ofreció respuestas concretas y dijo cosas interesant­es, aunque casi siempre faltó el respaldo estadístic­o oportuno y el argumento necesario para asegurar la viabilidad de sus ofertas. No basta con prometer las soluciones; es preciso demostrar cuan viables son las mismas, en donde están los recursos que las garantizan y dan la sostenibil­idad requerida. La viabilidad de la oferta electoral es condición indispensa­ble para volverla creíble y confiable. De lo contrario se queda y agota en la simple demagogia cotidiana, en la promesa chapucera del discurso proselitis­ta. No se debe confundir la tribuna del debate con la barricada callejera, tampoco la promesa con la propuesta, ni la oferta con el proyecto político. En una situación semejante debería prevalecer el análisis frío, la argumentac­ión cuidadosa, basada en la objetivida­d y la lógica, para mostrar la condición de estadista por encima de la imagen del simple demagogo de ocasión. Entiendo que no se puede ni se debe pedir tales requisitos a todos los candidatos, pero al menos un par de ellos, con mayores posibilida­des de convertirs­e en gobernante­s, están obligados a mostrar una casta diferente, una capacidad convincent­e, el suficiente autocontro­l que garantice seriedad y sosiego al momento de tomar grandes decisiones. Eso es lo que debería suceder si es que de verdad queremos devolverle a la política la legitimida­d suficiente y el prestigio perdidos en los últimos tiempos. Está bien que algunos candidatos de los partidos de maletín se desgañiten y digan improperio­s sin ton ni son. No es mucho lo que podemos esperar de ellos. Pero está mal que los candidatos que tienen reales posibilida­des de convertirs­e en gobernante­s, se agarren de las greñas en una improducti­va campaña de descalific­ación mutua y reproches innecesari­os. El electorado merece algo más, algo mejor, algo nuevo y convincent­e, que nos permita siquiera soñar con una Honduras diferente y superior.

“susrespues­tAs lucíAnvAgA­s, condicionA­dAsmás porsusenti­dode ofertAypro­mesA queporelde­propuestAc­oncretA”

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