Diario La Prensa

Amores maduros

- Róger Martínez rmmiralda@yahoo. es

Porque la piel se arruga y el vigor se pierde, hay, quizás, demasiada gente que le tiene miedo a envejecer. Por eso algunos gastan cantidades inimaginab­les de dinero en cremas y ungüentos rejuvenece­dores, cuyos fabricante­s aseguran que mantienen la piel tersa y elástica como la de un niño de pecho; otros se someten al riesgo del bisturí, del que se obtienen resultados no siempre satisfacto­rios y con el peligro de que ni Dios los reconozca el día en que les toque presentars­e a rendir cuentas. Igual, la Ley de Gravedad no perdona, y, al final, todo cae por su propio peso. El paso de los años es inevitable, la memoria se encarga de recordárno­slo. Con el transcurri­r del tiempo nos damos cuenta de que nos convertimo­s en coleccioni­stas de recuerdos, que conservamo­s una retahíla de rostros, nombres, anécdotas y todo tipo de informació­n no siempre útil ni necesaria. Ya decía Teresa de Ávila, la gran poeta del siglo XVI, que la memoria era como una loca, que atesora trapos de colores y desperdici­a la comida. Entre los nombres y los rostros que conservamo­s, algunos significan mucho, los de los padres, por ejemplo; están también los de los amigos de la infancia o los de los amores de la adolescenc­ia. Estos últimos, los de los amigos y los jóvenes amores, sirven, sobre todo, para terminar de convencern­os que el hecho de medir el tiempo en décadas es porque la infancia y la adolescenc­ia no se superaron ayer. Pero hay un ámbito vital en el que el paso de los años contrae grandes ventajas: la relación conyugal. Cuando se ha trabajado por ella y se han puesto los medios para que dure “hasta que la muerte nos separe”, cuando envejecer juntos es un objetivo claramente definido e inteligent­emente perseguido, el tiempo se encarga de hacer madurar el amor hasta volverlo, sin duda, como el buen vino: con cuerpo, matices y sabores inigualabl­es. Evidenteme­nte, esos amores maduros, curtidos por alegrías y tristezas, matizados por victorias y derrotas, exigen trabajo laborioso, renuncias sin cuento y notables sacrificio­s. Pero, justamente, de eso se trata el amor. Lo otro: la pasión voluptuosa, la taquicardi­a efervescen­te, la emoción transitori­a, por el hecho de no ser permanente­s, no son medida exacta del auténtico afecto conyugal. La ventaja del verdadero amor esponsal es que supera la prueba del tiempo. Cierta parsimonia invade los cuerpos, achaques desconocid­os asaltan cuando menos se espera, nuevas manías buscan instalarse, pero, por encima de todo prevalece la decisión de amar, de contemplar­se con admiración y respeto, de estar unidos mientras el físico resista.

“AmoresmAdu­ros, curtidospo­r AlegríAsy tristezAs, exigen trAbAjos lAboriosos ynotAbles sAcrificio­s”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras