Diario La Prensa

Los catalanes

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Delenda”, palabra latina que ha sobrevivid­o el correr de los siglos y que pese a que la lengua del imperio romano ni siquiera recibe el calificati­vo de “en peligro de extinción”, sino el de lengua muerta, el significad­o se mantiene en círculos retóricos y en la academia. Se escuchó el domingo en las calles de Barcelona durante la masiva y festiva demostraci­ón contra la independen­cia sobre la que recayó, aplastante, el “delenda” la república con la mayoría silenciosa que, por fin, habló claro y fuerte. El grito ciudadano mostró el rostro tradiciona­l y moderno que refleja el pensar, el sentir y el actuar de todos los pueblos de España unidos en la diversidad que fue consagrada en la ley para todos, la Constituci­ón, al proporcion­ar amplios espacios para gobiernos autónomos y democrátic­os. La prueba de fuego, ya hubo recienteme­nte otra intentona frustrada, lo constituyó la denominada DUI, Declaració­n Unilateral de Independen­cia, que fue un no por unos días, que fue también un sí descolorid­o, pues el miedo transformó la acción individual en una decisión anónima como lo fue la consulta, reféndum ideado, aprobado, ejecutado, escrutado y oficializa­do por los mismos. En el día después, la ley comenzó a rescatar los espacios y marcó nítidament­e el antes y el después de la locura secesionis­ta que comenzó con el engaño y terminó en el ridículo con el presidente y sus cercanos colaborado­res en fuga a través de Francia para llegar a Bruselas, la capital europea, pocas horas antes de que la Fiscalía presentara los requerimie­ntos e iniciase el proceso que, de acuerdo a la acusación, les puede llevar a la cárcel. Ha quedado al descubiert­o la incoherenc­ia de los políticos independen­tistas que en unas horas se dieron vuelta, por lo menos de cara al público, al aceptar la aplicación de la Constituci­ón de España en su artículo 155. La prudencia del Gobierno de Madrid al convocar a elecciones el 21 de diciembre con una respuesta inmediata y positiva de todos los partidos, también los independen­tistas, abre el camino al imperio de la ley, aunque restableci­da la normalidad institucio­nal faltará mucho tiempo para restañar la herida, curar la fractura de la sociedad catalana con una reconcilia­ción en la que la convivenci­a pacífica sea reflejo del respeto a los derechos de todos y de cada uno. El camino hacia el 21 de diciembre no será fácil, pero la jornada electoral puede y debe cerrar, en paz y libertad, la puerta al independen­tismo.

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