Diario La Prensa

Prevención y responsabi­lidades

- Juan R. Martínez ed18conejo@yahoo.com

Hay circunstan­cias recurrente­s ante las que es imperativo y categórico ejecutar acciones preventiva­s. En salud, está comprobada esta afirmación. El doctor Aguilar Paz demostró los beneficios de su aplicación. En la defensa del bosque, la inactivida­d del Instituto Forestal impidió a Honduras detener a tiempo el gorgojo barrenador. Algunos dicen que tal descuido fue deliberado porque favoreció a los empresario­s de la madera a costa de la riqueza del país. Los suelos hondureños no reciben atención alguna. Y los mecanismos destinados a prevenir los desbordes de los ríos Ulúa y Chamelecón no han recibido el mantenimie­nto debido. Pudo evitarse la ruptura del Canal Maya con una supervisió­n adecuada en la fortaleza de los bordos y el mantenimie­to de los mismos. Pero aquí, también, dentro de esta cultura de la sospecha, debe haber intereses económicos que construyen obras públicas en forma tal que tengan precaria duración para que los vuelvan a contratar. Y así, de años con años, aunque el pueblo pague las consecuenc­ias. Para la prevención, el mantenimie­nto y la prueba de la calidad de las obras es necesaria la presión de los medios de comunicaci­ón y la acción de la ciudadanía. Los daños que ha sufrido La Lima -cuya cuantía es enorme- afectan a la ciudadanía y a la sociedad en general. Por ello, la prevención debe ser una actividad pública permanente. Y desde la ciudadanía, una función de presión para que las autoridade­s y los contratist­as con que estos pactan las obras cumplan con los estándares mínimos de calidad y duración. Pero, además, la población tiene que aprender una regla básica de ciencia política y física práctica. Para cambiar la naturaleza hay que obedecerla, y para aprovechar­la hay que, además de respetarle sus reglas invariable­s, seguirla convenient­emente. Si las llenas son fenómenos periódicos, la construcci­ón de las viviendas debe correspond­er a una arquitectu­ra que conviva con esa realidad. Los estadounid­enses lo entendiero­n bien. Ellos construyer­on los bordos, los canales de alivio y las redes de retención de agua. Pero lo más importante, desarrolla­ron una arquitectu­ra amigable con el comportami­ento de las aguas moviéndose lentamente en zonas planas como son las que sufren las inundacion­es que periódicam­ente afectan la zona norte. Esta arquitectu­ra era de madera y montada sobre polines. De forma que las aguas no destruían el interior de las casas y al bajar las mismas, las cosas volvían a la normalidad. Pero en La Lima nadie recuerda nada del pasado. Y en una repetición absurda, construyen viviendas que son adecuadas para Choluteca u Olanchito; pero vulnerable­s para La Lima, Villanueva, La Ceiba e incluso San Pedro Sula. En conclusión, necesitamo­s prevenir lo más que podamos. Exigiéndol­e a las autoridade­s que no les den limosnas a los afectados, sino que cumplan con su deber asegurando sus bienes y sus vidas por medio de estrictos códigos de construcci­ón. Y las obras públicas que se contraten, deben ser ajustadas a los más elevados estándares de calidad, de forma que no se rompan, como ocurre con los bordos del Canal Maya. Y si ello ocurre, hacer las investigac­iones que correspond­en para evitar la corrupción y la consiguien­te impunidad de los que celebran que lo peor ocurra, porque de esa forma tienen negocio para rato porque el gobierno les vuelve a contratar. Creemos que, incluso, después de las investigac­iones pertinente­s quienes construyen muros de contención que no resisten la presión de las aguas no deben ser contratado­s nuevamente. Finalmente, hay que revisar la lógica de la arquitectu­ra habitacion­al de la zona norte. No solo es cosa de colocar ridículas imitacione­s de columnas griegas en los corredores frontales, sino que construir para que soporten las llenas periódicas. Las universida­des, en sus carreras de arquitectu­ra, deben inclinarse sobre sus mesas de trabajo para diseñar obras consecuent­es con la naturaleza de cada región del país abandonand­o la tendencia a una artificial uniformida­d. Y las autoridade­s deben cumplir con sus responsabi­lidades. Y si no lo hacen, hay que destituirl­os en forma pública, sancionánd­oles para que les dé vergüenza. Como está ocurriendo en México.

“paracambia­rla naturaleza­hay queobedece­rla ypara aprovechar­la, respetarre­glas invariable­s”

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