Europa católica
En Europa había muchas naciones consideradas católicas debido a que esa era la religión de la mayoría de sus habitantes. Pero, de estas, solo cinco deben su existencia como tal a la fe católica. O, dicho de otra manera, fue la decisión de sus habitantes de seguir siendo católicos lo que hizo que ese país existiese como tal. Esas cinco naciones son Polonia, Irlanda, Bélgica y las dos que forman la Península Ibérica (España y Portugal). Sin su amor al catolicismo, Polonia habría dejado de existir en uno de los muchos repartos de su territorio que sufrió a manos de sus poderosos vecinos, uno de los cuales era rabiosamente protestante y el otro no lo era menos en la ortodoxia. Irlanda se enfrentó a la cruel tiranía inglesa con la única fuerza de su testarudez en torno a una fe que era perseguida por los anglicanos dominantes. Bélgica se separó de los Países Bajos -la actual Holanda- porque no quiso adoptar la religión calvinista que se impuso en el norte y tuvo que sufrir la invasión de sus antiguos hermanos por no querer renunciar a su fe católica. En cuanto a España y Portugal, su existencia se debe al tesón de sus habitantes por recuperar no solo el territorio sino también la posibilidad de vivir su fe en libertad tras la invasión musulmana. Luteranos, ortodoxos, anglicanos, calvinistas y musulmanes amenazaron estos países y sus gentes se resistieron a dejarse someter. No solo peleaban por la tierra y la independencia, sino que sobre todo peleaban por su fe, que era la base de su cultura, pues no hay que olvidar que “cultura” viene de “culto” y que es la religión la que ha hecho a cualquier nación ser como es. Pues bien, todo esto fue gradualmente desapareciendo, aunque siempre han quedado en casi todos esos países “bolsas de resistencia”, un resto más o menos grande que se ha negado a ser diluido por la nueva religión acosadora: el secularismo. Y digo en casi todos esos países porque Polonia ha sido y es punto y aparte.