¡Ilusión!
Hay tensión, nerviosismo contenido, motivación para jugar en la grama, ánimo desde las gradas, respaldo en los cuatro punto cardinales del país, en los que se escuchará el grito y la algarabía en cada gol, y optimismo para el partido en el Olímpico dentro de unas horas. El escenario, minuciosamente preparado, invita a soñar con una victoria contundente para emprender el viaje, mejor superviaje, a la gran isla de Oceanía, calificada de continente australiano. Pero, como dicen en el pueblo, son once contra once y faltan aún los noventa minutos de juego y el tiempo extra. No guisar antes de cazar. El triunfo de nuestra Selección se reflejará en los números del marcador que indicarán las veces que el balón entre en la portería de los australianos y el árbitro marque el centro para el saque de continuación del partido. Los pronósticos de los aficionados inclinan la balanza claramente hacia la bicolor, no podía ser menos, pero las previsiones y deseos exigen el mejor planteamiento del seleccionador, el esfuerzo, entrega e inteligencia de cada uno de los jugadores para el funcionamiento del equipo, del grupo de once entre los que la entrega de la pelota, con acierto, vaya tragando el campo del adversario y el toque final sea la señal para el grito de gol. Y todo ello en el marco de “fair play”, leal y correcto comportamiento hacia el equipo de Australia, con la integración plena, como lo saben hacer los sampedranos con la Bicolor en el Olímpico, de modo que la justa deportiva de hoy sea una gran fiesta esta tarde, pues Honduras, no es monstruo traga personas ni un gulag, sino un país pequeño, acogedor, con sus problemas y múltiples dificultades pero respetuoso, cordial y amigable con quienes nos visitan. El éxito en la asistencia ya está asegurado con la venta total de la boletería que no alcanzó a colmar la demanda, habrá que echar ojo y atención a la pantalla chica con las emociones de cada jugada peligrosa y el marcador que en horas previas nos favorece por estar en casa, pero que deberá mostrar esa misma cara cuando el pitazo final y la mano del juez central indique la dirección del vestuario. Queremos ya una fiesta de Mundial, de Rusia 2018, pero más que eso haremos que sea una gran celebración de caballeros que a fuerza de inteligencia, carreras y sudor triunfan; y de una gran y leal afición que, dentro y fuera del estadio, estuvo con ellos durante los noventa minutos y después... unos y otros recordando que de donde menos se piensa salta la liebre; ¡cuidado, también el canguro salta!