Los quince pequeños, Brayitan

Todo es nuevo para mí, lo he mencionado ya. Balanceo mi cabeza de un lado a otro observando absolutamente todo en la sala de oncología del hospital Mario Catarino Rivas: Madres, padres y hermanos, con ojeras bajo sus ojos, bostezando, haciendo una constante lucha con sus párpados para que no se cierren por completo. A un costado, alejados de los demás, hay otros siete niños, diferentes de los 7 que están en el convivio. Acostados en camillas, canalizados, con edades de 5 a 10 años y al fondo de la sala una bebé de tan solo 2 meses de edad. Observo fijamente hacia una habitación, lo miro y su mirada se encuentra con la mía creando una sonrisa en el rostro de ambos. Es el niño más bello que he visto en mi vida, su sonrisa me produce mayor emoción a mí que la mía a la de él; sus ojos como dos almendras, se iluminan al ver que me acerco y siento la sensación de abrazarlo fuerte y de estrecharlo entre mis brazos por largo tiempo. -Hola mi amor, ¿cómo te llamás, campeón? -Hola, me llamo Bra- yan. -Qué lindo nombre, Brayitan, contame, ¿cuál es tu superhéroe favorito? -Batman -En serio, entonces te voy a traer un antifaz de Batman y un regalo también, ¿te gustaría? -Ujum. Me sorprende que su sonrisa nunca desaparece mientras conversa conmigo. No me quiero ir de esta habitación, me quiero quedar con Brayan, pero debo ir al convivio, así que le prometo regresar dentro de unos minutos. -Mirá mi Brayitan, te traje tu antifaz, tu regalo y una bolsita con una sorpresa adentro. -Gracias, ¿qué tiene la bolsita? -Tiene dulces. -Ah, pero no puedo comer dulces, me los prohibieron. Aunque este parezca un detalle insignificante para muchos, para mí no lo es. A su edad, yo comía todos los dulces que quisiera, es una de las mayores satisfacciones para un niño y que no pueda hacerlo, es un enorme sacrificio, aún así Brayitan los guarda y me dice que se los va a dar a su mami o a su primita. Lo abrazo y me despido de él, sin querer irme.