Se debe pensar
Muchos dicen que no se debe hablar de política, religión y de fútbol porque son pláticas que al final terminan en riña o con los ánimos caldeados. No cabe duda de que en las conversaciones de estos tres temas es muy difícil coincidir o hacer cambiar de parecer o preferencia a otro. El que pertenece a una determinada religión la defenderá y creerá siempre que su verdad la recibe en su congregación y que las demás religiones están equivocadas. El que apoya un equipo de fútbol, de igual forma, difícilmente cambiaría su camiseta por la de otro equipo. La política, de igual manera, el que pertenece a un partido político difícilmente lo cambiaría por otro. La política, la religión y el fútbol tienen una particularidad, saben cómo atrapar a sus adeptos, roban sus sentimientos hasta el punto de perder la razón. ¿Qué sucede cuando el ser humano es indiferente ante estos temas? Dejar de lado el fútbol no causa mayor inconveniente. Dejar de lado la religión, en algunos casos, parece ser saludable y favorable, pero no así con la política. Con la política deberían todos los ciudadanos de una nación estar involucrados. De aquí depende el desarrollo de un país, desde aquí se manejan los aspectos más complejos de un pueblo, por lo tanto ser indiferente solo provocará caos y desorden. En una nación a la hora de elegir a sus gobernantes deben todos sus ciudadanos estar involucrados. Es un crimen decir yo no me meto con política, es prácticamente decir que no te importa tu país, es dejar a la deriva tu destino. En la política es vital no dejarse atrapar por el sentimentalismo, algo que parece imposible, pues la mayoría de los seres humanos apoyan un color de bandera. Dejan de lado el análisis del individuo, sus cualidades y defectos. En la política se debe pensar, pensar para saber escoger quién o quiénes dirigirán el futuro de una nación.