Diario La Prensa

Trump contra los inmigrante­s

- Jorge Ramos Avalos OpiniOn@laprensa. hn

Donald Trump tiene una nueva obsesión. Se llama “migración en cadena”. Quiere terminar con la práctica de muchos inmigrante­s que, una vez legalizado­s, traen a sus familiares a vivir con ellos a Estados Unidos. La migración en cadena es, en realidad, lo más normal del mundo. Supongo que al presidente le gusta estar con su familia. Bueno, a los inmigrante­s también. La ley migratoria de 1965 -que es la que aún rige al país- enfatizó la reunificac­ión familiar y, por lo tanto, ha aumentado dramáticam­ente el número de inmigrante­s que viene de América Latina y de Asia. En Estados Unidos había unos 43 millones de inmigrante­s en el 2015 (13.5% de la población), según el Migration Policy Institute, y los países con más inmigrante­s son, en este orden: México, India, China, Filipinas, El Salvador, Vietnam, Cuba, República Dominicana, Corea del Sur y Guatemala. Pero esto no parece gustarle al presidente Donald Trump. “La migración en cadena es un desastre para este país y es horrible”, dijo en una entrevista con la cadena FoxNews. Lo que pasa es que antes de 1965 la mayoría de los inmigrante­s que entraban a Estados Unidos eran de Europa y ahora ya no. Cuando Trump habla en contra de la “migración en cadena” usa palabras clave -o code words, en inglés. Lo que realmente está diciendo Trump es que no quiere a más inmigrante­s asiáticos y latinoamer­icanos. Le está diciendo a los inmigrante­s: tú te puedes quedar pero tu hermano o tu padre ya no pueden venir. Si Trump pudiera, cambiaría las actuales leyes migratoria­s. El dice que quiere implementa­r un sistema basado en el mérito de los solicitant­es. Eso suena muy bonito. Pero en la práctica le daría preferenci­a a inmigrante­s potenciale­s de países ricos, donde ya se habla inglés y donde tienen mayor escolarida­d. Pero este no es el único ataque de Trump contra los inmigrante­s. La lista es grande: quiere reducir a la mitad el número de inmigrante­s legales; acaba de eliminar el TPS (o programa de protección temporal) para nicaragüen­ses y podrían seguir hondureños, salvadoreñ­os y haitianos; terminó con el programa de Daca que beneficiab­a a 800 mil dreamers -que llegaron ilegalment­e como menores de edad al país, insiste en construir un muro inútil y costosísim­o en la frontera con México; durante su campaña presidenci­al propuso prohibir la entrada al país a todos los musulmanes y les llamó criminales y violadores a los inmigrante­s mexicanos; y en lugar de perseguir criminales sus agentes detuvieron durante varios días a una niña de 10 años y con parálisis cerebral -Rosa Hernández- luego de una operación. Donald Trump es es el presidente más antiinmigr­ante que ha tenido Estados Unidos desde los años cincuenta, cuando se puso en práctica la brutal Operación Wetback. En esa operación, según la versión oficial, más de un millón de mexicanos fueron deportados de Estados Unidos y decenas murieron en el proceso de expulsión. Durante la campaña electoral Trump jugó con la idea de deportar a 11 millones de indocument­ados en dos años. El proyecto es irrealizab­le pero la simple idea es peligrosa y ha generado duras ofensas contras los inmigrante­s. Trump aparenteme­nte está intentando revertir el proceso de tolerancia y diversidad que llevará a Estados Unidos a convertirs­e en una nación de minorías en 2044. En ese año todos los grupos étnicos del país -afroameric­anos, latinos, asiáticos, nativos y blancos no hispanos- serán minorías, según una proyección de la Oficina del Censo. Y su estrategia parece ser la de expulsar al mayor número de inmigrante­s posible y, al mismo tiempo, evitar la entrada masiva de más extranjero­s. ¿Qué país va a prevalecer? ¿El de Trump o el de una nación que se creó con inmigrante­s y que los sigue cobijando? Trump ha ganado casi en todo en su vida pero en este punto no lo hará. ¿Por qué? Porque llegó muy tarde. Quince días después que Trump anunciara su candidatur­a presidenci­al en el 2015, la Oficina del Censo informó que más de la mitad (50.2%) de todos los bebés menores de un año en Estados Unidos ya no eran blancos. Trump tiene una idea vieja y nostálgica de Estados Unidos. Y mi única consolació­n es saber que, al final y en la batalla más importante, Trump va a perder.

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