Conducta ética y sufragio
Los seres humanos somos seres integrales, no tenemos compartimentos estancos; cada uno de los actos que realizamos impacta sobre los demás. Somos una unidad. Por eso es que la lucha por adquirir virtudes humanas debe ser omnicomprensiva, es decir, debe abarcar el amplio marco de todas ellas. No tendría sentido, por ejemplo, buscar la adquisición de un hábito como la sinceridad y despreciar el orden, así como no tendría sentido querer ser laborioso y no interesarse por ser justo o prudente u honesto. De hecho, un comportamiento como ese se considera un trastorno de la personalidad, una notable dispersión en la conducta y hoy se habla mucho de bipolaridad, tanto como en la psicología clásica se hablaba de esquizofrenia. Cara al próximo torneo electoral estas ideas sobre la conducta ética deben considerarse. Si una persona pretende ser éticamente íntegra, deberá examinar la rela- ción que existe entre sus valores, sus opciones político-partidarias, sus virtudes humanas y las razones que lo llevan a votar por tal o cual candidato. Un hombre o una mujer que se precien de ser íntegros deberán considerar si su voto fortalece la democracia, propende verdaderamente a la búsqueda del bien común y contribuye a la construcción de una Honduras justa, equitativa y solidaria. Esas serían razones válidas para decidir por quién votar. Pero si lo que mueve a elegir a un candidato es la pasión partidaria ciega e irracional, los intereses personales o de grupo, los beneficiados previamente recibidos o el apego a los privilegios que genera el usufructo del poder, estamos ante un caso de conducta antiética grave que puede terminar por destruir en el individuo la brújula moral que alguna vez pudo haber orientado sus decisiones. La mayoría de las legislaciones electorales de los países exigen que el votante sea mayor de dieciocho años, esto debido a que se supone que a esa edad se ha alcanzado la madurez necesaria y se ha desarrollado el criterio indispensable para tomar decisiones racionales y correctas en temas políticos. Con regulaciones legales como esa se busca que no haya posibilidad de manipulación y que el voto sea libre y producto de una decisión personal inteligente. Pero a los años que se tienen debe añadirse una conciencia bien formada, una conciencia que huya de la tentación mezquina de votar, repito, por intereses torcidos, por sectarismo o por ambiciones particulares, aunque se dé al traste con la Ley y con el futuro de la patria. Dejamos de conducirnos éticamente y nos hacemos traición a nosotros mismos cuando no elegimos al mejor por mantener o conseguir un empleo o por obtener, insisto, beneficios personales aunque el país se nos vaya a pique.
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