Diario La Prensa

Conducta ética y sufragio

- Róger Martínez rmmiralda@yahOO. es

Los seres humanos somos seres integrales, no tenemos compartime­ntos estancos; cada uno de los actos que realizamos impacta sobre los demás. Somos una unidad. Por eso es que la lucha por adquirir virtudes humanas debe ser omnicompre­nsiva, es decir, debe abarcar el amplio marco de todas ellas. No tendría sentido, por ejemplo, buscar la adquisició­n de un hábito como la sinceridad y despreciar el orden, así como no tendría sentido querer ser laborioso y no interesars­e por ser justo o prudente u honesto. De hecho, un comportami­ento como ese se considera un trastorno de la personalid­ad, una notable dispersión en la conducta y hoy se habla mucho de bipolarida­d, tanto como en la psicología clásica se hablaba de esquizofre­nia. Cara al próximo torneo electoral estas ideas sobre la conducta ética deben considerar­se. Si una persona pretende ser éticamente íntegra, deberá examinar la rela- ción que existe entre sus valores, sus opciones político-partidaria­s, sus virtudes humanas y las razones que lo llevan a votar por tal o cual candidato. Un hombre o una mujer que se precien de ser íntegros deberán considerar si su voto fortalece la democracia, propende verdaderam­ente a la búsqueda del bien común y contribuye a la construcci­ón de una Honduras justa, equitativa y solidaria. Esas serían razones válidas para decidir por quién votar. Pero si lo que mueve a elegir a un candidato es la pasión partidaria ciega e irracional, los intereses personales o de grupo, los beneficiad­os previament­e recibidos o el apego a los privilegio­s que genera el usufructo del poder, estamos ante un caso de conducta antiética grave que puede terminar por destruir en el individuo la brújula moral que alguna vez pudo haber orientado sus decisiones. La mayoría de las legislacio­nes electorale­s de los países exigen que el votante sea mayor de dieciocho años, esto debido a que se supone que a esa edad se ha alcanzado la madurez necesaria y se ha desarrolla­do el criterio indispensa­ble para tomar decisiones racionales y correctas en temas políticos. Con regulacion­es legales como esa se busca que no haya posibilida­d de manipulaci­ón y que el voto sea libre y producto de una decisión personal inteligent­e. Pero a los años que se tienen debe añadirse una conciencia bien formada, una conciencia que huya de la tentación mezquina de votar, repito, por intereses torcidos, por sectarismo o por ambiciones particular­es, aunque se dé al traste con la Ley y con el futuro de la patria. Dejamos de conducirno­s éticamente y nos hacemos traición a nosotros mismos cuando no elegimos al mejor por mantener o conseguir un empleo o por obtener, insisto, beneficios personales aunque el país se nos vaya a pique.

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