Dolor y confianza
Las cosas, en la Iglesia y en la misma sociedad, se suceden tan rápidas que lo que era noticia un día, al siguiente queda rápidamente oscurecido por otro acontecimiento. Así, la semana comenzó con un extraordinario discurso del papa sobre la Unión Europea, en el que se veía la sabia mano del cardenal secretario de Estado. El papa afirmaba que “Europa ha preferido la traición a la tradición” como consecuencia del auge del laicismo, que quiere imponernos a la fuerza su “pensamiento único”, relegando la religión a la esfera de lo privado y lo sentimental. Luego vinieron otras muchas cosas. Dolorosas unas y sorprendentes todas. Doloroso es que expulsen de la catedral de Bruselas a unos jóvenes que están rezando el rosario, aunque lo estén haciendo para interrumpir un acto supuestamente ecuménico en homenaje a Lutero. Lo ocurrido en Bruselas es, desde luego, más que un símbolo. Sorprendente es, a primera vista, que el cardenal Müller se alinee con los que defienden la “Amoris laetitia” al prologar el libro de uno de los líderes de Comunión y Liberación más conocidos: Rocco Buttiglione; en realidad cuando se lee lo que ha escrito el cardenal, la sorpresa no es tan grande, porque pone el acento de la defensa de la exhortación en la literalidad del texto y dice que hay que interpretar “Amoris laetitia” en continuidad con las enseñanzas anteriores del Magisterio, a la vez que recuerda que el papa no ha hecho ningún pronunciamiento vinculante que exija interpretarla de otra manera. ¿Qué podemos hacer en esta hora tan difícil, en la cual se castiga sacando de la foto a los que se atreven a moverse? Podemos y debemos rezar. Y también confiar ciegamente en la Divina Providencia. Una y otra vez me vienen a la memoria las palabras que el papa Benedicto XVI escribió en el epitafio de su amigo el cardenal Meisner: “El Señor no abandona a su Iglesia, incluso cuando el barco ha asumido tanta agua que está a punto de volcarse”.