Diario La Prensa

Tolerancia ante todo

- Elisa M. Pineda e_ pinedahn@yahOO.cOm]

De tanto recorrer un camino conocido, en ocasiones perdemos la capacidad de prestar atención a los detalles que nos advierten que podríamos tener tropiezos y en consecuenc­ia, el riesgo repetido de caer en los mismos sitios. Nos pasa a las personas, a las colectivid­ades y al mundo entero. Nos gusta ver y escuchar todo aquello que nos refuerza las propias actitudes y opiniones. Lo diferente no lo consideram­os, en el mejor de los casos; lo rechazamos, lo condenamos e incluso, hasta perseguimo­s, en el peor. Así, la tolerancia, entendida como el respeto hacia los derechos y libertades de los demás, es un reto permanente para la humanidad, indispensa­ble para construir una cultura de paz. Hace pocos días, el 16 de noviembre, se conmemoró el día de la tolerancia, fecha marcada por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, ONU, desde 1995. La cercanía de la fecha y la persistenc­ia del irrespeto a las diferencia­s, merecen tomar un tiempo para reflexiona­r sobre el tema. Hay que comenzar por aclarar que tolerar no implica aceptar, sino reconocer que los demás tienen el derecho de pensar, creer y ser diferentes. Es comprender que tenemos el derecho de expresarno­s, aunque no compartamo­s las mismas ideas. Es poder disentir, en un ambiente de respeto colectivo y de seguridad para las personas. La exacerbaci­ón de pensamient­os y acciones basadas en la superiorid­ad por diversos motivos parece ser cíclica. La historia nos cuenta de casos extremos que nos ponen a pensar una y otra vez en la pregunta ¿cómo pudo suceder esto? Encontramo­s casos de todo tipo en el mundo; episodios cortos o capítulos enteros de la historia mundial. Por lo general, pensamos en el caso clásico supremacis­ta de Adolfo Hitler y el nazismo; pero hay muchos más: las purgas en la Unión Soviética de Stalin, el genocidio en Ruanda, la crisis de Los Balcanes, el conflicto en Camboya, la crisis en Siria, que posiblemen­te nos parezcan lejanos en el tiempo o en el espacio. Los desapareci­dos de antaño por causas políticas en diversos países de Suramérica, como Chile en la época de Augusto Pinochet, por ejemplo. En Centroamér­ica, y específica­mente en Honduras, en plena guerra fría hace algunas décadas, época en la que imperaba la desconfian­za y el miedo. La intoleranc­ia es mala compañía, lo sabemos de sobra, pero persistimo­s en ella como una amenaza latente para la paz y la convivenci­a armónica. ¿Por qué es relevante este tema para nuestra actualidad hondureña? Porque en tan solo unos días acudiremos a las urnas para decidir quiénes serán nuestras autoridade­s durante los próximos cuatro años, y porque hoy, a pesar de la pluralidad de partidos, encontramo­s dos ideologías imperantes y opuestas. Ir a las urnas en un clima de paz y respeto es responsabi­lidad de todos. No encendamos los ánimos con ofensas que lleven a la agresión mayor, porque a pesar de nuestras diferencia­s, todos compartimo­s un destino común como nación. Es precisamen­te en la diversidad donde podemos encontrar mayor riqueza de ideas para buscar soluciones a los problemas que nos aquejan en Honduras. Ningún partido en solitario puede hacer frente a esta responsabi­lidad, por lo tanto, habrá que dialogar. Evitemos pensar que esta es una lucha entre el bien y el mal, hay candidatos buenos y otros no tanto en todos los partidos. Nadie tiene el monopolio de las buenas ideas, tengamos mente abierta para reconocerl­o, manteniend­o nuestros propios valores. Nuestra democracia aún joven, con todas sus imperfecci­ones e irregulari­dades, ha sido muy costosa, tanto en esfuerzo, como en recursos de todo tipo.Si hemos llegado hasta aquí, a la recta final del proceso electoral, es justo vivir una fiesta cívica para que al finalizar podamos juntos tomar un camino renovado.

Tolerancia, respeTode derechosy liberTades esundesafí­o indispensa­ble paraunacul­Tura depaz

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