Viajar es vivir
Tantas vivencias y sorpresas con que nos encontramos al andar por la calle. Como por ejemplo sorprende el nivel de honestidad que hay en el europeo, en las tiendas muchos andan con bolsas de compras que han hecho en otros establecimientos y nadie los vigila para evitar robos porque no se dan, también se ve al momento de utilizar el transporte que nadie te vigila si picas o no la tarjeta prepago al momento de abordar. Puedes andar tranquilamente en la calle a altas horas de la noche sin el temor de ser asaltado. La gente respeta el medio ambiente no tirando basura en la calle, recogiendo las heces fecales de sus perros que sacan a pasear; clasificando la basura entre orgánica y no orgánica y la reciclable, yendo a depositarla en los recolectores grandes de plástico que hay cada dos cuadras y que son vaciados permanentemente por los camiones de basura. Vas caminando por las aceras de zonas turísticas y vas rodeado de gran cantidad de personas hablando en diferentes idiomas donde te dices a ti mismo “realmente que el planeta es una aldea global” porque convergen personas de distintas nacionalidades en un solo lugar. En definitiva, el grado de conciencia que adquiere el ciudadano con su entorno es provechoso, convirtiéndolo como una norma o estilo de vida y, que han aprendido desde niños viendo a sus padres y éstos también a sus padres; haciéndolo ver que es un proceso que se ha venido construyendo con el tiempo y que, en la actualidad solo se hace ajustes de acuerdo a las nuevas necesidades que se presentan con la modernidad. El inmigrante va adoptando como propias esas conductas que en su país de origen no aspiraba tener y que al regresar, después de cierto tiempo, viene transformado y sin percatarse muchas veces que sus acciones son justas y necesarias para que haya cambios positivos en su país y que en el caso de Honduras los necesita de sus mejores hijos. ANDY SAUCEDA