Verbo difícil de conjugar
Si hay algo que ganamos luego de la crisis política poselectoral, es una enorme dosis de incertidumbre. Tener certezas sobre el futuro inmediato y el de mediano y largo plazo, se ha vuelto una tarea muy complicada. Las especulaciones crecen, la desacreditación de personas e instituciones a través de rumores que corren a viva voz o por la carretera de la información se han convertido en parte integral de nuestra realidad cotidiana. Bien lo advertía un alto ejecutivo de Facebook, hace pocos días: las redes sociales podrían tener un potencial impacto negativo en la democracia debido a la circulación de noticias falsas que responden a intereses ocultos. Lo cierto es que hoy por hoy, un verbo difícil de conjugar es “confiar”. La confianza, basada en la idea de que el otro actúa de buena fe y pensando en el bien común, es casi un sueño. Desconfiamos del vecino, del amigo y en ocasiones hasta de familiares que parece que ocultan “algo”, sin importar de qué se trate, cualquier comportamiento que nos parezca extraño es motivo de suspicacia. Hemos pasado del también enfermizo exceso de ingenuidad, a la más absoluta malicia. Nadie se escapa de la ola de la desconfianza, que arrasa como si se tratara de un tsunami devastador, la reputación de personas e instituciones, públicas y privadas, casi de cualquier índole. Hay motivos para el desencanto, pero por otra parte, el exceso de descrédito también puede ser dañino, pues la confianza es la base para cualquier diálogo que contribuya a fortalecer el tejido social, que actualmente parece estar en franco deterioro. ¿Cómo recuperar la confianza perdida? Es la pregunta incómoda, y quizás su complemento más adecuado sería, ¿cómo salvar la credibilidad dañada? La comunicación puede contribuir a reducir la incertidumbre y al mismo tiempo a recuperar poco a poco lo perdido. Una comunicación franca, natural, más humana y congruente, más accesible y asequible, es indispensable hoy más que nunca. Mensajes más directos y concretos, cada vez más apartados de comunicados oficiales y más cercanos a las personas; con verdadera intención de acercar, en lugar de marcar posiciones inflexibles. Es ese el éxito de las redes sociales: su carácter personalizado; su lenguaje directo y su base en los intereses reales de la gente. De eso, hay mucho que aprender ahora. Es tan importante la forma, como el tiempo en que se comunica. Es tan relevante lo que se dice, como el comportamiento que acompaña a las palabras escritas o habladas. Callar no es una opción, el respeto es obligación. En la medida en que comprendamos este nuevo escenario de comunicación, en el que no se trata de construir imagen, con afán manipulador, sino de reflejar de manera transparente una realidad concreta, es que poco a poco, podremos ir recuperando la confianza perdida. Y solamente entonces, el verbo confiar podrá volver a ser de fácil conjugación, no solamente en la primera persona del singular, sino aún más importante, en la primera del plural, por el bien no de un grupo o de un sector en particular, sino de toda Honduras.
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