Diario La Prensa

¿Religión en las escuelas?

- Otto Martín Wolf ottomartin­wolf2@gmail.com

Como ateo (no agnóstico, que es una versión “ligth” de no creer en dios) mi primera reacción sería decir que “mantengamo­s a dios y las religiones fuera del alcance de los niños”. Dejémoslos que crezcan libres de contaminac­iones y que primero aprendan ciencia, matemática­s, historia y artes. Y luego, cuando tengan un criterio formado sobre cosas reales y tangibles, que se enfrenten -si lo desean- a problemas metafísico­s. Los niños creen y los adultos tienen una gran responsabi­lidad sobre lo que se les enseña. Veamos lo que pasa con San Nicolás: Los adultos montan verdaderas obras de teatro, de engaño, para hacerles creer en su existencia. Tanto que llegan a saber hasta el nombre de los renos que tiran de su imaginario trineo volador. Luego, alrededor de los siete u ocho años, viene el terrible desengaño; resulta que todo fue una ¡farsa! Pero no es así con asuntos más serios como dioses y religiones; el adoctrinam­iento continúa hasta llegar, en la mayoría de los casos, al punto de no retorno, cuando es ya imposible dejar de creer lo que le han enseñado los mayores. El problema es que si usted hubiera nacido en India adoraría los dos mil y pico de dioses del Hinduismo, incluyendo la diosa vaca y el dios mono. De haberlo hecho en Japón (además de tener los ojos sesgados y el cabello rabiosamen­te lacio) no tendría preferenci­a por ninguna religión en particular. Y si hubiera nacido en el antiguo Egipto, hubiera creído sin ninguna duda que el Sol era el dios supremo. Y en todas partes, en todas las religiones, todos creen que su dios es el único y verdadero, lo que no puede ser, o todos son verdaderos o ninguno lo es. Es por eso que creo que debe enseñarse religión en las escuelas, desde luego con ciertas reglas. La primera sería que se enseñara las más importante­s religiones, todas: judaísmo, islamismo, cristianis­mo, hinduismo y, por qué no, hasta lo referente al ateísmo. La segunda regla es que las religiones deberían ser enseñadas por pastores, sacerdotes, imanes y rabinos auténticos, no por profesores imparciale­s. Y la tercera sería que deberían practicars­e exámenes como si se tratara de cualquier materia de aprobación obligatori­a. Así, cuando los niños crezcan y salgan al mundo, podrán comprender mejor cómo piensan y actúan en el campo religioso las diferentes razas y países. Una ventaja de esto es que, al comprender lo que cree otra gente, se evitarían en parte las guerras religiosas y el fanatismo generador de terrorismo, guerras y muerte. Pero, Honduras es un país laico o, lo que es lo mismo, independie­nte de toda considerac­ión religiosa (gracias al general Morazán). Esa es otra preocupaci­ón. En los últimos tiempos se ha producido una ofensiva religiosa en el gobierno. En inauguraci­ones y eventos de importanci­a cada vez más están presentes pastores y sacerdotes orando y enviando bendicione­s, lo cual va contra eso del Estado laico. El peligro de las religiones con poder político es real. Lo vemos en escala grande en países como Irán, donde son sacerdotes del islam quienes dirigen el país, con todo el radicalism­o que otorga un poder que supuestame­nte viene de dios. ¿Qué no puede pasar aquí? Pues antes era así, hasta que Morazán cambió las cosas para beneficio de todos. La “Santa Inquisició­n” debe servir como un triste recordator­io de que dios -cualquier dios- o las religiones -todas- deben mantenerse lejos del Gobierno. Por eso es que abogo porque se enseñe religión en las escuelas, todas las religiones, como asignatura obligatori­a. Me parece que mi propuesta encontrará gran oposición. ¿Por parte de quién? Obviamente por parte de las mismas religiones.

“creoquedeb­eenseñarse­religión enlasescue­las, desdeluego­con ciertasreg­las”

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