“Papi, estoy muy feliz por la oportunidad”
Es más conocido como barrio El Patrol, aquí los vecinos aún recuerdan los gritos de doña Paca para el trigueñito que se iba sin camisa y descalzo a jugar a la cancha La lomita, ¡ah, y sin pedir permiso el bandido!
YORO, YORO. “Yo solo decía: ‘¡ay Dios mío!, qué va a decir E u ge ni a( mamá de Anthony) si se da cuenta que este chigüín se me va a jugar pelota, y lo peor es que se puede enfermar’, y cree que podía hacer que se pusiera camisa y zapatos, ¡mire!, solo venía del kínder, tiraba el uniforme, comía y dale con esa pelota”, recuerdadoñaPaca, abuelade Anthony Choco Lozano. Asimismo, recuerda, casi con lágrimas de emoción y risa hasta el descontrol, las vivencias de quien hoy se ha convertido en el primer jugador de Honduras, después de dos décadas que Carlos Pavón y Amado Guevara lo hicieran, en regresar al máximo circuito del fútbol español. Pues “Choco”, el del barrio El Patrol, lo ha logrado, lo compró el Girona y ante tan importante noticia, Arbin -el señor de la pulpería- habla de Anthony orgullosísimo de haberlo visto crecer, esto mientras don Augusto llega de trabajar en su rastra y la profesora E melina saluda al extraño periodista que interrumpe el orden y la tranquilidad de la cuadra del Choco, todos ellos, además de Nery Díaz, mamá Mena y don Chico, son los vecinos de la familia Lozano. Mientras Rubencito, como conocen en Yoro al papá del Choco, disfruta de un juego entre Vida y Olimpia en la sala, al fondo, en la cocina y frente a la hornilla, reposa don Rubén, el patriarca de la familia que está por cumplir 80 años ya quien hijos y nietos ya le preparan un pachangón de esos que hasta las bancas retumban.
ABUELOS.
“élesunorgullo yungranpremio parauna familianoble luchadora” “nunca olvida a sus abuelos, cuandoviene comeyduerme conellos” PADRE.
Ante eso, nos reafirma Otilio, tío de Anthony, que ese día es superespecial, puesto que se reúnen toda la familia y vecinos, ¡pues cómo no!, si don Rubén,losN olas coy la famili aMéndezsonl os fundadores del barrio El Patrol. “Mis nietos son muy humildes, yo destaco eso, Anthony no es la excepción, pues aunque hoy está lejos siempre que tiene un espacio viene a vernos, él no cambia, es res- petuoso”, pero de repente el relato de don Rubén (abuelo) se interrumpe tras el brusco hervor de los frijoles en la hornilla que además calienta unas mazorcas cosechadas en El Portillo, una pequeña propiedad que significa todo para él, pues a las 4:00 de la mañana día a día se va para allá, llueva, truene o relampaguee. ¿Y doña E u ge ni a ?“Está de paseo en Estados Unidos donde K ira( hermana de Anthony ), ya te imaginás, esa señora está feliz por todo lo quepas a”,comple ment aR ubenci to, quien en sus tiempos de jugador, al igual que Otilio, eran temidos por las defensas locales, pues recuerdan los vecinos que Anthony sacó algo de cada uno: delanteros letales. El papá de Anthony Lozano es coordinador de promotores en el área de Salud Pública en la cabecera departamental de Yoro y, mientras hablamos sobre las necesidades de acelerar en la prevención de enfermedades ante los cambios bruscos de temperatura, asegura que es inevitable y agradable responder a mucha gente que se acerca a preguntarle por su hijo: ¿es cierto que usted es el papá del “Choco”?, a lo que con mucho orgullo responde, sí. Pero hay una pregunta que no puede evitarse y es la de saber sobre esa última plática con su hijo: “Sí, a veces por el cambio de horario y trabajo, solo veo sus llamadas perdidas y después le marco, el martes le escribí para felicitarlo, le dije que siguiera adelante y que Dios lo bendiga y me respondió: ´Papi, muchas gracias, estoy muy feliz por la nueva oportunidad, graciasaDios´”. Para Otilio, lo que está pasando también conlleva un nivel de responsabilidad para ellos porque el apellido Lozano está en boca de todos, entonces, “hemos aprendido de a poco a recibir bien las felicitaciones y a digerir las críticas que siempre se dan, entendemos que es normal porque el fútbol da para eso, por lo que a quien se acerca a preguntarnos, pues tratamos de ser cordiales”. Hay un cuarto en la casa de estos abuelos, al que por respeto a la privacidad de la familia y del mismo Choco, evitamos entrar, ¿por qué?, es la habitación a la que viene a descansar con su esposa, “el año pasado estuvo acá y no tenés idea cuan orgullosos nos hace sentir que prefiera, en sus vacaciones, estar con mi mamá ymipapá, comiendoalmenos un día frijolitos, huevito, cuajada y ya sabés mi mamá consintiendo a su nieto, al igual que lo hace con todos, pero Anthony es especial, pues sabemos que puede venir a un hotel, pero no lo hace, acá se siente bien con estos viejitos”, nos revela el tío Otilio. Mientras, afuera, una carreta espera ser usada a la madrugada siguiente por una yunta de bueyes, también un carro todo terreno color negro aparcado nos muestra el lodo seco y evidencia que se ha enfrentado a largas e inclementes jornadas de trabajo. En la acera de la casa de los Lozano acompañan el momento un grupo de jóvenes, todos de la edad del Choco y cada uno ansioso por contar su propia historia de las vivencias con el representativo yoreño. Se hace de noche y vemos cómo los pequeños Jancarlo y Mateo (primos del Choco) tratan de convencer a la cámara que también tienen madera, la pelotita rebota de una pared a otra en el corredor de la casa, ambos impresionados por la visita extraña y que solo preguntan por su primo Anthony, entonces ante el acoso, nos hacen una demostración de toque preciso y pegada al marco a media distancia y sin duda, quedamos convencidos que la dinastía Lozano tiene mucha cuerda para dar.