Familia y escuela, tarea común
De siempre, la familia y la escuela tuvieron una relación de complicidad ejemplar. Ambas estaban conscientes que tenían una tarea común: hacer de los niños personas de bien, convertirlos en seres humanos poseedores de unos valores indispensables para aspirara la felicidad y pro mover una conducta ética que facilitara la convivencia social. Encasa nunca se oía una frase despectiva hacia la escuela o hacia losmaestros, todolocontrario, se fomentaba un respeto casi reverencia l tanto para la institución en la que cursábamos nuestros estudios, como hacia aquellos que nos impartían el pan del saber. Recuerdo bien cómo cada Día de la Madre mis padres me man daban a llevarle un reg ali to ami profesora de primaria, y cómo defendían a mis profesores de secundariacuando, algunavez, hacía algún comentario negativo sobre su manera de tratarme o sus competencia s profesionales. Aquello de que la escuela era un segundo hogar se vivía a raja tabla y senos insistía que nuestros maestros eran nuestros “segundospadres”. Luego, no sabría decir qué pasó. Se fue abriendo una brecha entre la familia y la escuela, se fue generando una especie de rivalidad; enemistad, me atrevería a decir, de modo que hoy se ve como normal que un padre ame nace aun maestro, incluso que lollevealjuzgado, oqueseacerquea la escuela para cuestionar la la borde losdocentesy, además, queencasa exista un clima de censura continua y de crítica acerba en contra de las instituciones educativas y quienes las administra no dirigen. Resulta triste decirlo, pero, en este deterioro de las relaciones familiaescuela, los que más han terminado por ser perjudicados son los niños. En primer lugar porque tienen ahora mayor dificultad para comprender el principio de autoridad, yes este un grave inconveniente para su in ser- ciónenlasociedad. Unapersonaque no reconoce la autoridad tampoco sabe ejercerla y tiende a ir respetar a otraspersonas, lasleyesy lasinstituciones. Ejemplossobran. Luego, la formación ética se dificulta. El hecho de que él discurso familiar y el discurso escolar no sean coincidentes produce una escisión en su val oración del ascosas, las personas y los acontecimientos. La unidad de juicio entre la familia y la escuela facilitaba la concreción de unas convicciones de vida sólidas y estables, el disenso produce confusión y genera unas convicciones demasiado precarias, endebles, incapaces de enfrentar los desafíos éticos que la vida real les presente a futuro. Ante un nuevo año escolar para más dedos millones d eh ondureñit os, hay que reflexionar sobre esta realidad y ponerlos medios para que, por elbiendeloshijos-alumnos, familiay escuela se reconcilien.
“PERSONAQUENO RECONOCE LA AUTORIDAD TAMPOCO SABEEJERCERLAE IRRESPETAALAS PERSONASYLEYES”