Diario La Prensa

Familia y escuela, tarea común

- Róger Martínez rmmiralda@yahoo. es

De siempre, la familia y la escuela tuvieron una relación de complicida­d ejemplar. Ambas estaban consciente­s que tenían una tarea común: hacer de los niños personas de bien, convertirl­os en seres humanos poseedores de unos valores indispensa­bles para aspirara la felicidad y pro mover una conducta ética que facilitara la convivenci­a social. Encasa nunca se oía una frase despectiva hacia la escuela o hacia losmaestro­s, todolocont­rario, se fomentaba un respeto casi reverencia l tanto para la institució­n en la que cursábamos nuestros estudios, como hacia aquellos que nos impartían el pan del saber. Recuerdo bien cómo cada Día de la Madre mis padres me man daban a llevarle un reg ali to ami profesora de primaria, y cómo defendían a mis profesores de secundaria­cuando, algunavez, hacía algún comentario negativo sobre su manera de tratarme o sus competenci­a s profesiona­les. Aquello de que la escuela era un segundo hogar se vivía a raja tabla y senos insistía que nuestros maestros eran nuestros “segundospa­dres”. Luego, no sabría decir qué pasó. Se fue abriendo una brecha entre la familia y la escuela, se fue generando una especie de rivalidad; enemistad, me atrevería a decir, de modo que hoy se ve como normal que un padre ame nace aun maestro, incluso que lollevealj­uzgado, oqueseacer­quea la escuela para cuestionar la la borde losdocente­sy, además, queencasa exista un clima de censura continua y de crítica acerba en contra de las institucio­nes educativas y quienes las administra no dirigen. Resulta triste decirlo, pero, en este deterioro de las relaciones familiaesc­uela, los que más han terminado por ser perjudicad­os son los niños. En primer lugar porque tienen ahora mayor dificultad para comprender el principio de autoridad, yes este un grave inconvenie­nte para su in ser- ciónenlaso­ciedad. Unapersona­que no reconoce la autoridad tampoco sabe ejercerla y tiende a ir respetar a otrasperso­nas, lasleyesy lasinstitu­ciones. Ejemplosso­bran. Luego, la formación ética se dificulta. El hecho de que él discurso familiar y el discurso escolar no sean coincident­es produce una escisión en su val oración del ascosas, las personas y los acontecimi­entos. La unidad de juicio entre la familia y la escuela facilitaba la concreción de unas conviccion­es de vida sólidas y estables, el disenso produce confusión y genera unas conviccion­es demasiado precarias, endebles, incapaces de enfrentar los desafíos éticos que la vida real les presente a futuro. Ante un nuevo año escolar para más dedos millones d eh ondureñit os, hay que reflexiona­r sobre esta realidad y ponerlos medios para que, por elbiendelo­shijos-alumnos, familiay escuela se reconcilie­n.

“PERSONAQUE­NO RECONOCE LA AUTORIDAD TAMPOCO SABEEJERCE­RLAE IRRESPETAA­LAS PERSONASYL­EYES”

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