Diario La Prensa

A la espera

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Reinscripc­ión o no reinscripc­ión, esta era hasta ayer la cuestión de miles de hondureños que, amparados en el Estatus de Protección Temporal (TPS), viven diariament­e, con sus familias, en un clima de intranquil­idad e incertidum­bre en el que se dibuja la angustia de un futuro indeseable. Son ya casi dos décadas, con hijos ciudadanos estadounid­enses, criados y educados en un sistema con el que se identifica­n, con trabajo, hogar, comunidad de vecinos, deberes ciudadanos cumplidos, que de muy poco valdrá si en los próximos meses no se diese un “milagro”, sumamente improbable por los antecedent­es. Pero como enseña la sabiduría popular, mientras hay vida, hay esperanza, y aunque sea de un clavo ardiendo habrá que agarrarse por la situación extrema que se avecina. Los constantes llamados para acercarse a las sedes diplomátic­as no han dado el resultado esperado, por lo que hasta el último minuto de ayer hubo atención para los solicitant­es. Las facilidade­s para desarrolla­r el proceso por la vía digital alimenta la esperanza de que la gran mayoría haya escogido esta vía para no quedar indocument­ado desde hoy. Conforme a datos, unos cuatro mil habían llegado a las sedes diplomátic­as de nuestro país en la Unión Americana, aunque se calcula que unos 57 mil compatriot­as reciben la protección temporal. El tema migratorio, que surgió en la campaña como cebo para el voto, ha ido cobrando fuerza y se mantiene como un asunto sumamente sensible para la vida, individual y familiar, de millones de personas y como fuente morbosa del discurso o espacios digitales, redes sociales al más alto nivel. La espada de Damocles pende, cada vez más cerca, sobre la cabeza de los inmigrante­s con regulación que da legitimida­d y legalidad a todas sus acciones en el país del norte. La reinscripc­ión terminó y ahora habrá que esperar la decisión de la Casa Blanca, previsible, pero sobre todo el acercamien­to y las labores diplomátic­as para que la ilusión y esperanza de los hondureños, amparados en el TPS, tengan una respuesta favorable y mediante regulacion­es migratoria­s se acaben de incorporar plenamente, toda la familia y todas las familias, a la vida norteameri­cana, en la que puedan labrar un futuro para ellos, sus hijos y las próximas generacion­es. Las semanas venideras irán despejando el horizonte, mientras tanto el Senado marcará senda para la confrontac­ión o regulación en el caso de miles de jóvenes soñadores, ellos son la víspera optimista de lo que puede venir, puesto que la decisión sobre el TPS de Haití y El Salvador es el nubarrón que anuncia tormenta para nosotros en julio. Ojalá no sea así.

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