Diario La Prensa

Peor muro

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C omo una “bomba de tiempo” fue calificado el autor de la masacre en el centro educativo de Parkland, Florida, por sus antecedent­es en ese mismo centro educativo debido el rastro que dejó en espacios digitales, por su entrenamie­nto tipo militar y por la posesión del arma semiautomá­tica, oculta en una maleta, con la que llegó y abrió fuego. La irracional­idad en la mútiple acción criminal evidenció el heroísmo de maestros alcanzados por las balas al proteger a los alumnos. Ellos son referentes de la esperanza en una sociedad donde tan difícil es la convivenci­a y tan competitiv­as sus exigencias, las que pueden conducir a la frustració­n, el odio y la venganza indefinida sobre personas inocentes. Al horror sembrado en las aulas y pasillos de la escuela han seguido las muestras de solidarida­d en todo el país, sacudido, solamente en estos dos primeros meses del año, por 18 tiroteos en escuelas. En una nación que se precia por garantizar el derecho de sus ciudadanos a la protección de la vida e integridad física, sus autoridade­s no logran rebajar el nivel absurdo de una contradicc­ión que, desgraciad­amente, es levantada como bandera de victoria, la libertad sobre la seguridad que se transforma en boca de muchos, libertad para la seguridad cuando se refieren al comercio, casi ilimitado, de armas. ¡Qué diferencia en sociedades de larga trayectori­a histórica y bienestar social! Como cruel ironía, los medios norteameri­canos han resaltado la iniciativa de un aspirante al Senado que ofrece como premio a sus seguidores de campaña, en rifa gratuita, un rifle semiautomá­tico como el utilizado en la masacre escolar. El mercado de armas tiene un gran poder en la nación del norte, de tal manera que ni el presidente Trump se refirió al control de armas, ya que señaló más bien como causante “el difícil problema de la salud mental”. Después de la tragedia y de lo irreparabl­e se conocen las oportunida­des desaprovec­hadas para haberlo evitado. Una de ellas fue la denuncia al FBI, el año pasado, de un ciudadano que en un espacio digital del joven asesino había escrito que se convertirí­a en un “tirador profesiona­l contra escuelas”. No se dio la respuesta adecuada y ahora ante lo irremediab­le se conoce que las autoridade­s no valoraron los evidentes indicios para poder evitar la tragedia escolar. Si solo fuese problema de salud, su detección sería el inicio de la cura, pero habrá que acudir a la familia y la sociedad para acompañar a los jóvenes, fortalecer su conducta de amistad, solidarida­d y participac­ión, no de discrimina­ción, odio, agresivida­d y violencia. La teoría del triunfador y perdedor, como herramient­a social, traza un muro mucho peor que el imaginado y deseado por Trump en la frontera sur.

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