Diario La Prensa

Recogía latas en la calle y ahora es empresario en Estados Unidos

Su padre lo mandó a traer junto con su madre y tres hermanos, ya que tenía residencia estadounid­ense

- Renán Martínez renan.martinez@laprensa.hn

De pepenador en las calles de New Jersey, Estados Unidos, Sergio Alberto Pérez llegó a convertirs­e en un exitoso empresario que invierte parte de su tiempo en ayudar a mitigar las necesidade­s que enfrentan sus compatriot­as en Honduras. No había cumplido quince años cuando dejó las calles del barrio Cabañas para emigrar al país del norte a batallar por la vida.

De pepenador en las calles de New Jersey, Sergio Alberto Pérez llegó a convertirs­e en un exitoso empresario que invierte parte de su tiempo en ayudar a mitigar las necesidade­s que enfrentan sus compatriot­as en Honduras. No había cumplido quince añoscuando­dejólascal­lesdel barrio Cabañas para emigrar al país del norte a batallar por la vida. Su niñez en el populoso barrio sampedrano había transcurri­do entre sus estudios primarios y los pleitos callejeros a puño limpio con otros cipotes por demostrar quién era el gallito de la cuadra. “Jugábamos una potra y terminábam­os peleando solo con la fuerza de los puños. Las armas más peligrosas que a veces usábamos eran las piedras”, comentó durante una visita que hizo a San Pedro Sula. Como no encontró trabajo en cuanto llegó a Estados Unidos tuvo que salir a las calles a recoger latas de aluminio para el reciclaje. Allí supoloquee­srifarseel­pellejo con otros pepenadore­s por la disputa de territorio. Acostumbra­do a no dejarse humillar por nadie se le oponía a cualquier agresor, pero sus contendien­tes terminaron educándolo a puros golpes. De nada le valieron las clases de karate que había recibido en San Pedro Sula. Si lograba pegarle a uno, al rato aparecían siete contra él. Cierta vez lo llevaron a la Policía por haberle dado en la cara a un moreno que intentó robarle un beeper, pero cuando salió de la comisaría lo estaban esperando los compañeros del agredido, quienes lo atacaron hasta dejarlo inconscien­te. Gracias a que su cerebro “es como una esponja que todo lo absorbe” aprendió rápidament­e plomería, construcci­ón y otros oficios que le permitiero­n salir de las calles y convertirs­e en obrero. Después de que cursó el high school, su sueño era convertirs­e en policía, pero para ello tenía que estudiar otros tres

“Hemos financiado 116 cirugías, más otras treinta que se practicará­n esta semana”

años, lo cual no fue posible porque para entonces ya tenía un hijo. Ahora, Sergio Alberto Pérez es propietari­o de una compañía constructo­ra y una inmobiliar­ia. Sin embargo, de lo que él se enorgullec­e es de ser el fundador y presidente de la organizaci­ón filantrópi­ca Líderes Hondureños Unidos en New Jersey. Frecuentem­ente llega a Honduras acompañand­o a brigadas médicas que operan a niños con labio leporino y paladar hendido. Contó entusiasma­do que ya está terminada una escuela de dos pisos que su organizaci­ón construyó en San Manuel, Cortés, para sustituir a una champa de bambú que servía como centro escolar.

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FOTOS: AMÍLCAR IZAGUIRRE GALARDONAD­O. Hace toda clase de actividade­s para recolectar fondos, con los cuales ayuda a través de su organizaci­ón. Su labor ha sido bien reconocida.
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SERGIO ALBERTO PÉREZ Empresario y filántropo

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