Diario La Prensa

Necesaria iniciativa

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Quien bebe agua de río Piedras se queda para siempre en San Pedro”, era el dicho popular que hoy, desde hace unos años, se ha transforma­do en quien ve el agua de río Piedras sale corriendo, y eso sin señalar los ríos Blanco y Bermejo, tres grandes cauces de agua que podrían aportar vida a la ciudad y propociona­rían espacios recreativo­s saludables para una población en acelerado aumento, la que perdió las prioridade­s y está provocando un irremediab­le daño al ambiente con gravísimos interrogan­tes para un futuro no muy lejano en que la contaminac­ión aumente en barrios y colonias, como ya sucede para aquellas familias que viven en los bordos. Más grave es la situación del Chamelecón, que nace en occidente y recorre el Valle de Sula para desembocar en el Caribe hondureño. El diagnóstic­o sobre sus aguas muestra niveles alarmantes de contaminac­ión, originadal­a mayoría por aguas residuales doméstica se industrial­es, así como bota de ros clan destino de basura. En algún momento se ha llegado a hablar de cloaca a cielo abierto y no es para menos. Habrá muchos hondureños de las ciudades y pueblos a sus orillas que recuerden con nostalgia cuando se bañaban o llegaban pensando en la cena con el pescado que obtenían de sus aguas. El problema ha vuelto con fuerza, nunca había desapareci­do, pero el enredo de si había que adquirir terrenos para las plantas de tratamient­o, el temor por el altísimo coste y la dedicación a lo más sencillo y vistoso retornaba al olvido el asunto. Con la moción presentada en el Congreso Nacional por el diputado José Luis Cruz, que dio origen a la integració­n de una comisión palamentar­ia, esperamos que sea el fin de la desidia y el comienzo del compromiso serio, no solo por el ambiente, sino por la salud de los sampedrano­s, por el rescate de aquellos lugares de recreación y por el aseguramie­nto del agua para las generacion­es venideras. Las propuestas presentada­s en las reuniones de la comisión con personal municipal y Aguas de San Pedro se mantienen en estudio, aunque la mayor de las dificultad­es se halla en los recursos, que, según la actualizac­ión del Plan Maestro, alcanzaría la cifra de unos 200 millones de dólares. Como decían en la antigüedad, “doctores tiene la santa Madre Iglesia”, nosotros diremos políticos, munícipes y concesiona­ria, para hallar una solución que se viene retrasando por décadas. Tarde ya es, pero ojalá no demasiado y podamos ir mitigando el daño hecho para que el crecimient­o urbano y poblaciona­l, el consumismo, el desarrollo industrial y la escasa educación ecológica de la población no le siga pansando la cuenta a nuestros ríos y quebradas, que son arterias para nuestra calidad de vida.

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