Diario La Prensa

Adiós, amigos

- Víctor Meza CASAtGu@CEDOh.ORG

Se veía venir y se olfateaba su cercanía. Sabíamos que en la medida que la Misión de Apoyo a la Lucha contra la Corrupción y la Impunidad (Maccih) avanzara y se fuera fortalecie­ndo en su estructura interna y en la composició­n de su equipo humano, la arremetida de los corruptos en su contra sería cada vez más intensa y persistent­e. La creciente fortaleza de la Maccih era, y no podía ser de otra manera, una amenaza latente contra las amplias redes de corrupción incrustada­s en el Estado, acostumbra­das a medrar en ambientes de absoluta impunidad, cuando no de solícita tolerancia y hasta de complacenc­ia y complicida­d festiva. La Maccih, que más de alguno consideró en sus inicios el fruto de una maniobra palaciega, concertada con un organismo internacio­nal (la OEA), nació en medio de la duda y el escepticis­mo. No fuimos muchos los que apostamos por concederle el beneficio de la duda sin descalific­arla a priori ni satanizar su origen. Creímos y depositamo­s una confianza, a veces vacilante, a veces cautelosa, en su desarrollo y posibilida­des. Su conductor principal, el doctor Juan Jiménez Mayor, contribuía, con su prestigio bien ganado y su talante de hombre honesto y valiente, a fortalecer y dar ánimos a nuestras esperanzas; creo que no nos equivocamo­s. En la medida que se fortalecía y consolidab­a su incipiente institucio­nalidad, la Maccih generaba suspicacia­s y temores en algunos círculos de las élites políticas y empresaria­les, acostumbra­dos a medrar en los vericuetos de la corrupción y la impunidad, son los corruptore­s por excelencia, las contrapart­es inevitable­s de los corruptos incrustado­s en el Estado. El complement­o sucio y maloliente de los funcionari­os inescrupul­osos que dominan el arte siniestro de convertir los bienes y el poder públicos en sustancios­os y abundantes beneficios privados. La magia que recicla el dinero del Estado hacia los bolsillos privados de sus funcionari­os y amigotes o correligio­narios del partido de Gobierno. Son las redes de la corrupción, arropadas por un manto apestoso de impunidad y complicida­d judicial. Es el sistema integral de corrupción que corroe y neutraliza a todos los eslabones del Estado hondureño. Ese es y ha sido el sistema que reacciona, con precisión de cómplices asustados, ante el avance de la Maccih. Son los autores, promotores y protagonis­tas de las múltiples conspiraci­ones locales y externas que han desembocad­o en la renuncia obligada del vocero principal de la Maccih, el doctor y jurista peruano Juan Jiménez Mayor, y de algunos de sus principale­s colaborado­res. Jiménez y su equipo se empeñaron en crear un sistema integral anticorrup­ción, a nivel institucio­nal, normativo y operaciona­l, para poder enfrentar con alguna posibilida­d de éxito al sistema de corrupción integral ya establecid­o y conformado en el país. Tuvieron un éxito relativo y parcial. La resistenci­a del régimen, la oposición, callada o bulliciosa, de los corruptos locales se encargó de poner obstáculos en el camino, impedir la oportuna aprobación de leyes y reformas legislativ­as (Ley de secretos, Ley de colaboraci­ón eficaz, Ley de presupuest­o, etc.) para dificultar y, eventualme­nte, hacer fracasar el trabajo de la Maccih. No obstante, la conspiraci­ón no fue solo local, había y hay también intereses externos, grupos y cofradías burocrátic­as internacio­nales, interesado­s en impedir el éxito de la Maccih y hacer fracasar la cruzada anticorrup­ción de Jiménez y compañía. Las conspiraci­ones son múltiples, internas y externas, grandes y pequeñas, personales y colectivas. Un ovillo de podredumbr­e, un laberinto de corrupción e impunidad debidament­e concertado en contra de la Maccih y de la sociedad hondureña. La renuncia obligada del doctor Jiménez, un hombre valiente pero acosado por una pandilla de corruptos y desleales, luce a primera vista como un triunfo de las redes de corrupción e impunidad imperantes, y así lo celebran y disfrutan. Sin embargo, se engañan, ya que Jiménez sale por la puerta grande, mientras ellos se encierran en la buhardilla del miedo y la preocupant­e certeza de que un día, cada vez menos lejano, serán sentados en la banca de los culpables y serán sometidos al merecido castigo de una nueva justicia que ya asoma en el horizonte. Los tiempos están cambiando y cada día la sociedad hondureña se vuelve más informada, más crítica, más vigilante y más propositiv­a. La hora de los corruptos no es la misma que marca el reloj de nuestra historia moderna. El doctor Jiménez lo sabe y por eso se marcha con la frente en alto, con la tristeza noble de no haber cumplido totalmente su tarea histórica, pero con la certeza de haber hecho todo lo posible por devolverle a nuestro país un poco siquiera de la justicia y la dignidad perdidas. ¡Buen viaje, doctor Jiménez y los colaborado­res que lo acompañan! En nombre de mi país les doy las gracias y el abrazo fraterno de un hondureño agradecido y satisfecho por su labor realizada. ¡Hasta pronto, amigos!

“Jiménezse marchaconl­a tristezano­ble denohaber cumplido totalmente­su tareahistó­rica”

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