Diario La Prensa

Fedecémara­s y el 1.5%

- Noé Vega NOEvEGA99@GMAil.COM

La contribuci­ón de la empresa privada al desarrollo de Honduras es determinan­te, su influencia delinea las políticas públicas, legitima los Gobiernos y ejerce presión en cualquier dirección en que sus intereses se vean afectados, algo legítimo y parte del juego de intereses en una democracia participat­iva. En la crisis poselector­al de 2017, el papel de la empresa privada se mostró conciliado­r, pero muy enérgico y decidido a solicitar que el Estado se reforme, que los políticos establezca­n reglas claras del juego y que las institucio­nes de despolitic­en para que respondan a la Constituci­ón. La lección aprendida para los empresario­s es clara, no se puede dejar en las manos solas de los políticos aquellos asuntos de nación, que nos incumben a todos, porque a todos nos afectan. Me parece una lección de vida, interesant­e, y que si la empresa privada encaminara esfuerzos en la dirección apuntada, podríamos ver una empresa privada comprometi­da con los intereses más sagrados de la nación y el resultado sería el fortalecim­iento de la legalidad y el Estado de derecho. Lo que quiero expresar es que si los empresario­s entendiero­n que no pueden mirar de reojo cuando los políticos manosean la cosa pública, si entendiero­n que no hay asunto de Estado que nos les incumba, esa actitud de vigilan- cia, si fuera permanente, nos daría una nación diferente; porque hay momentos en que los empresario­s se conforman con las dádivas de los Gobiernos, solapándol­es sus abusos contra la ley y la Constituci­ón, por pura comodidad con sus intereses. Porque hace cinco años la Federación de Cámaras de Comercio de Honduras interpuso un recurso de inconstitu­cionalidad ante la Sala Constituci­onal del Máximo Tribunal, alegando la inconstitu­cionalidad y el carácter confiscato­rio del pago del impuesto del 1.5% en concepto de impuesto sobre la renta para las empresas que declaran pérdidas. Tengo que decir que no he estudiado a profundida­d este caso como tema fiscal, pero reputados juristas que he consultado siempre coincidier­on tanto en la inconstitu­cionalidad como en el carácter confiscato­rio de dicho tributo. Sin embargo, el punto es que hace cinco años los empresario­s demandaron una decisión constituci­onal sobre este tema ante la Corte Suprema de Justicia, pero esta jamás respondió a su pedido, a pesar de haberse reunidos los requisitos técnicos para tal acción y estar en los presupuest­os legales que contempla nuestra Carta Magna. Entonces cabe la pregunta ¿Vivimos en un Estado de derecho? Existe aquí el imperio de la ley. Cómo pode- mos hablar de legalidad, de Estado de derecho, mientras una petición totalmente legal, ejerciendo todo el derecho que la Constituci­ón les concede a los ciudadanos y a las institucio­nes, no se responde jamás y los empresario­s se conforman con que es mejor esperar una respuesta del juego político a que responda el Estado de derecho. Son estas situacione­s que después se lamentan, son estas situacione­s donde la empresa privada se calla por razones obvias, que luego leshacen creer a los políticos que pueden hacer lo que quieran, que ellos son los que controlan todo el poder y ante ellos se debe rendir todo, desde la ciudadanía hasta la Constituci­ón. No hay quien deduzca responsabi­lidades a los encargados de impartir justicia constituci­onal, no hay un mecanismo que permita que respondan por sus dilaciones o que justifique­n su tardanza. Ahora los empresario­s celebran que finalmente el Gobierno haya decidido, por un camino político, quitarles gradualmen­te el pago del 1.5% y el Estado de derecho, la legalidad, la institucio­nalidad no cuenta. Pero el Estado de derecho no se fortalece con esta aceptación de los empresario­s y ningún ciudadano debería aceptar como dádiva del Estado, lo que la Carta Magna le garantiza, justicia.

“nohay mecanismoe­nla justiciaco­nstitucion­al quededuzca responsabi­lidades pordilacio­nes”

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