Por la renovación
Como en los partidos de baloncesto habrá que utilizar las palmas de la mano, una en horizontal y, como sosteniéndola, la otra en vertical para pedir un alto, una pausa en el juego para mejorar la estrategia o jugar también con el tiempo, que no es nuestro caso, pues el motivo para abordar temas menos sensibles, más relajados, es despejar la mente de todos esos pre o diálogos, el aseguramiento o incautación y dé la respuesta al más alto nivel, del 1.5%, y sus consecuencias, del reglamento estudiantil en la Unah, de las investigaciones del saqueo del Seguro que parecen no terminar y tantas y tantas cosas que han generado un ambiente de desconfianza y bajísima credibilidad. Desde el viernes y durante el fin de semana, el sistema educativo, empleados públicos y empleados de empresas privadas, particularmente las de servicio, concluyeron su jornada laboral e iniciaron estos días de descanso, recreación, que en el diccionario de la RAE se explica como acción y efecto de recrear, diversión para alivio del trabajo. Sabiamente evidenciada en los niños que con gritos y empujones saludan la salida del aula para correr y jugar en el patio de la escuela. No por ser mayores y muy mayores desaparecen esos sentimientos, por lo que los viajes en Semana Santa o, simplemente, el descanso en casa, las visitas o la participación en celebraciones religiosas se hallan en la recreación, volver a crear aquella alegría espontánea e inocente de quienes salen a recreo. Ojalá que todos pudiéramos recrear esos sentimientos, pero las cargas de la vida, las responsabilidades diarias, han ido modelando una personalidad incapaz de rescatar los momentos agradables de convivencia familiar y participación ciudadana. Señalamos lo anterior porque ante ese vacío o carencia se echa manos de reemplazos, como la bebida, que de inmediato pasan la cuenta, aunque en búsqueda de justificación proclamen “lo pasamos muy bien” o aquello otro “que me quiten lo bailao”. Así es la temporada de verano, tan pasajera para la mayoría que para no sugestionarnos hay que comprender que son tres días, pues aun para los empleados públicos en las vacaciones vendrá el “costo”. Que al final, como señala monseñor Angel Garachana, “podamos decir que fue una semana que renovó integralmente mi ánimo, espíritu, mi relación conmigo mismo y podamos continuar el desarrollo de nuestra vida armónica, pacífica, religiosa y con esperanza”.