¿Es malo buscar la excelencia en el fútbol?
Empecé a ver la Liga Nacional desde que comenzó en 1965 cuando la única manera que existía era asistir a los estadios. Quizás estos 53 años de experiencia me hagan ser demasiado exigente. Los errores se vuelven repetitivos dando la impresión que nuestro balompié nunca dejó de ser “no aficionado”. Anteayer relaté el partido entre la UPN y el Real España, el primer tiempo programado para comenzar a las 5:00 pm inició a las 5:06 pm y el segundo tiempo supuesto a iniciar a las 6:00 pm principió a las 6:10 pm. Una jornada doble cuyo plato estelar fue MotaguaPlatense, pero cuyos precios en la grada popular no estuvieron al alcance de la población. Mientras no cambien eso, los 10,000 m² del Estadio Nacional se convertirán en un elefante blanco que por su ubicación podría aprovecharse mejor para otros fines, incluso deportivos. La calidad de la grama y el mantenimiento que se le da están más cerca de la improvisación que de la excelencia. Entiendo que no podemos pretender que los futbolistas y los árbitros presenten una condición física similar a la de ligas europeas por la sencilla razón de que en aquellos lugares son profesionales y se dedican solamente a esta actividad mientras en Honduras un árbitro y la mayor parte de los futbolistas si no tiene otro ingreso no sobrevive. El domingo pasado volvieron a cometer el error de colocar muy cerca a las barras de Olimpia y Motagua, además de permitir que ambas evacuaran al mismo tiempo con lo que se favorecen posibles enfrentamientos en una sociedad que no necesita mucho para explotar. Es condenable que a los estadios lleguen policías y militares con bayonetas y bombas lacrimógenas que aparentemente son la única forma de persuadir a la afición. Y para qué a mencionar que no existe una programación adecuada de los partidos para ser transmitidos sin perjudicar la economía de los equipos y mucho menos recordar que no publican los uniformes preestablecidos con los que jugarán y no coincidir con las prendas del rival. Observé también mucha parsimonia y desidia de los jugadores, proyectando una imagen de aburrimiento no atractiva para los que pagan por asistir a los estadios. Por otro lado, en el fútbol catracho da la impresión que los “nazarenos” tienden a perjudicar a los equipos pequeños, lo que parece una norma copiada de otros aspectos corruptos de nuestra sociedad.