No a lo superficial
L a tradición y el arraigo popular se conjugan en las celebraciones religiosas de este día más que en cualquier otro, pues desde las primeras horas de la mañana hasta el anochecer las escenificaciones y expresiones en las iglesias y en las procesiones evidencian el pleno de la ciencia teológica y la inmensa riqueza de cultura legada por generaciones. Habrá quien cuestione que estamos en un país con libertad, pero es admirable la entrega, devoción y sacrificio de niños, jóvenes y adultos para que del Viernes Santo, a siglos de distancia, sea un vivo y ferviente reflejo de los acontecimientos dos días antes de la Pascua judía. “Y cuando yo sea elevado...” había dicho el Maestro a sus discípulos para adelantar el día, jornada necesaria en la fe cristiana, que señala el camino desde la cruz a la resurrección, desde la muerte a la vida, pues “he venido para que tengan vida y vida abundante”. Este día es la víspera de la gran celebración, el acontecimiento que da significado al pasado, dimensión al presente y valor incalculable a un futuro en el que “donde yo esté, estén también ustedes”. El viacrucis al despuntar el alba, la celebración litúrgica de las Siete Palabras, al mediodía, y el Santo Entierro a la caída de la tarde es el canto de esperanza de vuelta a la vida por siglos, triunfo del amor sobre el odio y victoria de la comprensión y tolerancia sobre la intransigencia e intolerancia. El papa Francisco en su mensaje cuaresmal advierte sobre “encantadores de serpientes” que ilusionan con el dinero, con la autosuficiencia, con la adulación y el placer momentáneo, emociones que esclavizan y anulan la voluntad, haciendo esclavos de falsos profetas. No a las soluciones sencillas, inmediatas, superficiales que se califican de “usar y tirar” o de pleno sometimiento, esclavitud, a la tecnología que con la sencillez y rapidez, pero que conduce al sinsentido de una existencia manipulada a través de los espacio virtuales. “Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien”. Es Viernes Santo, vivencia de aquel trágico día, pero es también una jornada inmediata a nosotros repleta del drama de miles de personas con la cruz de la penuria diaria para sobrevivir en un ambiente y sociedad en la que no alborean indicios de mejoramiento. Las palabras del Maestro no pasan: “Lo que a uno de estos hagan, a mí me lo hacen”.