Diario La Prensa

El primer día de la semana

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Para el antiguo pueblo judío, fiel a la Ley Mosaica, el sábado, sabat, era el día más importante de la semana. De acuerdo con el relato del libro del Génesis, aquel día Dios había dado por concluida su labor creadora y decidido descansar y, dispuesto, además, que todos los seres humanos lo imitaran y dedicaran ese último día de la semana al culto divino y al reposo. En los textos evangélico­s se evidencia, en muchas ocasiones, el celo con que los custodios de aquella Ley velaban por su cumplimien­to. De hecho, varias de las disputas que se produjeron entre Jesús y los sacerdotes y maestros de la Ley fue por aquella causa. Jesús, que era al autor y más autorizado intérprete de la Ley de Moisés, anteponía el bien de la persona, su salud física, para el caso, a la observanci­a sabática. Es más, muchos de los milagros realizados por Él los hizo el sábado. Sin embargo, a partir de aquel domingo, el domingo más importante de la historia, todo cambiaría. A partir del Domingo de Resurrecci­ón, la antigua Ley quedaría superada por un nuevo pacto entre Dios y la humanidad; un pacto en el que cuentan menos los ritos y la observanci­a legalista y el amor se convierte en la piedra de toque sobre la que deben levantarse las relaciones entre las personas, como consecuenc­ia y a imagen del amor de Dios. Desde entonces el calendario ha marcado el domingo como el primer día de la semana; el sabat cede su lugar al dies Dominicus, el día del Señor. La Resurrecci­ón de Jesús da un giro tal a la historia que altera hasta la cuenta de los días. El hecho de la Resurrecci­ón, que hoy celebramos, es tan importante, que san Pablo afirmaba en una de sus cartas que si no se hubiera dado, que si Jesús se hubiera quedado en la tumba, el cristianis­mo no tendría sentido. Por eso es que la fiesta que hoy se celebra es la más importante del calendario, más importante, incluso, que la Navidad. Para el género humano entero este día se celebra la Pascua definitiva. Ya no solo se conmemora la liberación de la dominación egipcia, sino que se recuerda el día en el que culmina la redención humana y la esperanza se convierte en la virtud teologal que nos permite dirigir nuestra mirada al futuro llenos de optimismo. En estos días es común oír cómo los creyentes se felicitan por la Resurrecci­ón. Deseémonos todos, pues, felices Pascuas de Resurrecci­ón.

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