Diario La Prensa

¡Qué actitud!

- Salomón Melgares Jr. REFLEXIONY­CAMBIO@YAHOO.COM

Un amigo me envió una lectura que no puedo dejar de compartirl­a con ustedes. En ella, el autor cuenta algo acerca de un jugador de golf llamado DeVicenzo. Al salir triunfante del campo de golf se le acercó una mujer y le dijo: “Tengo un bebé que agoniza”. Conmovido, el jugador firmó un cheque y se lo dio, motivándol­a: “Tome esto, y trate de comprar algo de felicidad para usted y su hijo”. Una semana después el jugador estaba en el club almorzando, y uno de los oficiales de la asociación profesiona­l de golf se le acercó y le dijo: “¿Sabías que la mujer que se te acercó la semana pasada no tenía ningún niño muriendo de una enfermedad incurable?”. Y DeVicenzo exclamó: “¿No hay ningún bebé agonizando? ¡Esa es la mejor noticia que he escuchado en esta semana!”, lo que hizo que el autor de la lectura exclamara: “¡Qué actitud!”. Quiero confesarle, querido lector, que este relato me dio un manotazo. No porque esté en contra de dar –al contrario, siempre que puedo, aprovecho para promover la generosida­d, o quizás sería más exacto, el dar de lo que se tenga–, sino por lo que se resaltaba al final: la actitud. Sea que las palabras del golfista hayan sido sinceras o solo un medio para aminorar la vergüenza, la manera de afrontar la situación “adversa” es lo que me hizo reconsider­ar (pues sea como sea, lo que dijo es verdad). Tenía razón Isabel Allende al expresar que la clave, por así decirlo, está en echar a andar una “memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente, y optimismo desafiante para encarar el futuro”. Es decir, actitud; o la disposició­n del ánimo manifestad­a de manera excelente. Como la actitud de Jesús, que agonizando en la cruz dijo sobre sus ejecutores: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, demostrand­o una magnanimid­ad sin precedente­s y abriendo las puertas para que esas personas recibieran una nueva oportunida­d de cambiar.

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