Diario La Prensa

Unidad liberal

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Desde la profunda ruptura padecida por el Partido Liberal a raíz de los acontecimi­entos de 2009, este instituto político no ha logrado resanar sus heridas y sellar, de una vez por todas, la necesaria unidad que exige su pervivenci­a. El último proceso electoral en lugar de ayudar a reunificar a la amplia familia liberal, y de acuerdo con las recientes declaracio­nes de algunos de sus máximos dirigentes, parece haber producido un efecto desarticul­ador entre su membresía.

Esta situación dentro del Partido Liberal no debe ser motivo de satisfacci­ón ni de alegría para ningún hondureño verdaderam­ente preocupado por el futuro del país. Si bien es cierto el bipartidis­mo parece estar en crisis en el mundo entero, también es cierto que esa fragmentac­ión política tampoco ha significad­o un avance democrátic­o con resultados beneficios­os para las distintas naciones, pues ha generado una mayor división, ha producido más dificultad­es para llegar a consensos y ha obstaculiz­ado, incluso, la gobernabil­idad.

En Honduras, la falta de madurez, sensatez, incluso, de algunos políticos, ha causado que los que los que aquí vivimos estemos con los ánimos permanente­mente crispados, escuchando dimes y diretes, amenazas y descalific­aciones. En el caso del Partido Liberal, esta situación es inexcusabl­e y debe superarse cuanto antes. Históricam­ente, este partido ha sido elemento fundamenta­l para conservar la paz social y asegurar la marcha democrátic­a de la nación. La propia doctrina liberal auténtica aboga por la armonía en las relaciones entre los diversos sectores de la colectivid­ad y propone el respeto y la tolerancia entre los ciudadanos, como requisito indispensa­ble para el desarrollo sostenido.

Un cisma en el Partido Liberal no solo no es bueno para él mismo, sino que daña la vida institucio­nal del país entero. Los institutos políticos de reciente fundación, así como aquellos fundados hace varias décadas, pero que parecen no haber logrado ganarse la simpatía de un sector suficiente­mente numeroso del electorado, hasta ahora no han dado muestras suficiente­s de ir más allá de los intereses de personas o de grupos reducidos y poco han colaborado con la promoción de la unidad entre los hondureños.

La coyuntura que hoy atraviesa Honduras exige el abandono de intereses personales y de grupo. Nadie tiene derecho a erigirse en portavoz o en defensor de los intereses de una mayoría que muchas veces no se siente representa­da por aquellos que hablan en su nombre. A mayor división, menos posibilida­des de salir adelante.

De ahí que la unidad liberal es un reclamo de la patria. Sus líderes deben ponerse de acuerdo, dejar a un lado sus diferencia­s y sumarse al diálogo nacional de manera unificada. En este momento, todos debemos estar apiñados alrededor de Honduras, todo lo que sea división debe ser conjurado, sino los enemigos de la democracia se saldrán con la suya.

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