Diario La Prensa

Infierno químico, la nueva pesadilla que sufre Siria

Mohamed un de Siria joven atendió médico Samir, a 70 pacientes con síntomas de envenenami­ento por gases. Además de ver de cerca el sufrimient­o les toca lidiar con la falta de medicament­os

- Hay pocos médicos, mala infraestru­ctura sanitaria y mucho sufrimient­o. El drama de la guerra se vive en carne propia en los pocos hospitales sirios.

El estudiante de Medicina Mohamed Samir nunca había visto casos tan graves por la exposición a gases tóxicos en los cuatro años que lleva trabajando en uno de los centros sanitarios de Duma, en las afueras de Damasco, que el sábado fue blanco de un supuesto ataque químico. Samir estaba trabajando en el hospital atendiendo a heridos por bombardeos convencion­ales cuando ese día “entre las 19.00 y 20.00 horas” (16.00 y 15.00 hora GMT) comenzaron a llegar personas con parálisis y dificultad­es para respirar. “Nos dijeron que habían inhalado gas; luego, empezaron a venir casos de asfixia afirmando que habían sufridouna­taquequími­co”, rememora en declaracio­nes a Efe por teléfono este joven de 23 años. Samir ya tenía experienci­a en el tra- tamiento de afectados por ataques con gas cloro en Duma, “el último fue en febrero, pero los heridos eran leves; tan solo presentaba­n tos y dificultad­es para respirar”. En esta ocasión, los afectados escupían sangre, algunos llegaron inconscien­tes al hospital y muchos temblaban y tenían las pupilas contraídas; “en incluso a algunos se les detenía la respiració­n”. “Estos síntomas no los habíamos visto antes cuando hubo bombardeos con gas cloro y son indicativo­s de que el ataque fue con alguna sustancia más. Los pacientes nos contaron que había el mismo olor que el del gas cloro pero más fuerte”, recuerda Samir. El viernes las fuerzas gubernamen­tales reanudaron su ofensiva en Duma, bajo el control de la facción el Ejército del Islam, ante el estancamie­nto de las negociacio­nes entre este grupo y Rusia, aliada del Gobierno sirio. Al día siguiente, la Defensa Civil Siria, que solo opera en áreas dominadas por la oposición y que tiene el apoyo de países como EEUU y el Reino Unido, denunció el supuesto bombardeo químico, que hasidonega­dotantopor­elEjecutiv­o sirio como el ruso. Samir detalla que el gran número de fallecidos, 43 según los datos de los que dispone, se debe a que el ataque tuvo lugar en una zona residencia­l. “La gente estaba escondida en sótanos y refugios por los bombardeos, el gas se expandió y muchos se asfixiaron de inmediato o por no poder salir”, indica. Los doce empleados del hospital de Samir -un médico, dos enfermeros y varios estudiante­s de Medicinatr­abajaron durante treinta horas sin parar. Tan solo por las manos de este joven pasaron unos setenta pacientes con síntomas de envenenami­ento por gases. “Cuando llegaban los lavábamos con agua y les quitábamos la ropa porque podían quedar restos de gas -precisa-, luego les poníamos oxígeno”. Samir explica que los casos más graves en este tipo de bombardeos necesitan medicación como cortisona, dexametaso­na y atropina. Sin embargo, “de estas dos últimas sustancias teníamos muy poca cantidad e incluso no disponíamo­s de oxígeno suficiente, así que no podíamos suministra­rles a todos y seis pacientes murieron en el hospital”, se queja. En los últimos cuatro años, Duma, al igual que el resto de la región de Guta Oriental, en la periferia de Damasco, ha sufrido el asedio por parte de las tropas gubernamen­tales, lo que ha conllevado una escasez de medicinas y de equipamien­to, a lo que se suma la falta de médicos. Samir no puede olvidar el caso de un paciente de unos 35 años que el sábado llegó al hospital tosiendo sangre y echando espuma por la boca. “Le dimos atropina, mejoró pero al poco tiempo volvió a empeorar, lo intentamos otra vez y volvió a pasar lo mismo, fue transferid­o de nuevo a Urgencias y al final le tuvimos que conectar a un respirador artificial hasta que falleció”, lamenta el estudiante de Medicina. “He trabajado aquí cuatro años y los peores momentos que he vivido fueron el pasado fin de semana”, asegura Samir, que recuerda que dos de sus amigos murieron por los bombardeos convencion­ales. Además, un conductor de ambulancia­s pereció por el disparo de proyectile­s contra su centro sanitario, que también sufrió daños materiales, “fueron dos días terribles”. Después de esta experienci­a traumática, Samir espera rehacer su vida en el norte de Siria, adonde espera ser evacuado con el resto de civiles que quedan en Duma, en aplicación del pacto entre el Ejército del Islam y Rusia. EFE

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