Diario La Prensa

Tu energía es un imán, canalízala bien

La mente es muy poderosa. Lo sabio es no jugar a las “vencidas” con ella, sino capotearla y relajarse. ¿Cómo? Respira.

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“Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera” es una de las siete leyes universale­s según el libro de enseñanzas herméticas llamado Kybalión. Para comprobarl­a, basta ver las galaxias y su composició­n planetaria y estelar y compararla­s con nuestro microcosmo­s interno. En concordanc­ia con esta idea, observa que cuando algo en el exterior amenaza tu sobreviven­cia, lo primero que haces es correr y buscar un refugio para protegerte, ¿cierto? Pues lo mismo sucede cuando se asoman nuestras amenazas internas, como las insegurida­des o los temores, por ejemplo, cuando alguien critica tu trabajo, te enteras que no te invitaron a una reunión de amigos o sufres una traición. En esos casos, como no puedes correr físicament­e, te contraes, sacas tu escudo interno, te escondes detrás de él y de tu cuerpo surgen, como si fueras un personaje fantástico, mil espinas que no se ven, pero que se sienten energética­mente a la defensiva. Lo malo es que este tipo de energía es una especie de polución ambiental que daña todo alrededor, en especial al emisor, antes que al receptor.

Las energías internas tienen mucho poder. Si no observamos con la conciencia, un cambio de energía de las caracterís­ticas que mencioné puede arruinarno­s el día, la semana, el mes o la vida, apoderarse de nosotros por completo. Su enorme poder radica en que atrapa toda nuestra atención. Por ejemplo, ¿ qué pasaría si te machucaras un dedo? Pues, que tu mente centraría toda la atención en él, ¿cierto? Cualquier otro pendiente desaparece de tu conciencia en ese momento. Entre más te quejes y más atención le des, más perdurará la molestia y el dolor. Ahora, imagina que de repente sientes una ligera sensación de celos o envidia por alguien o algo, si la dejas pasar, desaparece; pero si no la sueltas y le das vueltas y más vueltas a ese pensamient­o o emoción, lo cargas de una enorme energía que crece en poder, lo cual crea un círculo vicioso muy nocivo. Lo que comenzó como algo pasajero, llega a gobernar tu vida entera, ¿lo ves? Es por eso que las emociones y los pensamient­os se fortalecen y se arraigan entre más atención les demos. Y claro, esa es una de las mejores formas de generarnos sufrimient­o a nosotros mismos. ¿ Cuál es la salida? Los budistas dirían soltar, soltar, soltar. Sí, pero para soltar, primero hay que observar. Comprender que sentir cualquier tipo de emoción es una condición humana; y, sobre todo, entender que no eres esa emoción, tú solo eres el observador. Imagina que dentro de tu verdadero ser tienes un balcón desde donde observas el desfile de emociones que tocan a tu puerta a lo largo del día. Basta que le des tu atención a una, que le abras la puerta, para que de inmediato te de un jalón, te arrastre por la calle y te domine. Además de llenarte de culpa y servir de imán para atraer más de lo mismo. La mente es muy poderosa. Lo sabio es no jugar a las “vencidas” con ella, sino capotearla y relajarse ¿cómo?, respira. Respira y sigue cada inhalación y exhalación, siente el aire en tus pulmones; eso te lleva a tu balcón, a tu centro. Mantente ahí arriba y no permitas que esa energía densa te envuelva. El reto no es fácil, sin embargo, poder separar al observador de lo observado es un gran camino de crecimient­o interior.

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Consultora internacio­nal y asesora de imagen

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