Diario La Prensa

Remesas dan impulso a comunidade­s garífunas

Envían dinero desde Estados Unidos para construir nuevas casas y mejorar las condicione­s de vida en Bajamar y Travesía.

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En Nueva York, con 200,000 personas, está la segunda colonia más grande de garífunas

Las antiguas chozas de paredes de mimbre o caña brava y techo de manaca están desapareci­endo del paisaje caribeño de Bajamar y en su lugar surgen casas que, en cualquier ciudad grande del país, cuestan varios millones de lempiras. Los bisnietos y los tataraniet­os de los garífunas que llegaron hace 220 años a la costa caribeña están revolucion­ando su estilo de vida y enterrando la pobreza en la misma arena por donde caminaron sus abuelos que arrivaron en la búsqueda de libertad. Hasta mediados de la década de 1990, Bajamar, situada a 13.3 kilómetros del centro de Puerto Cortés, era una comunidad sumergida en la extrema pobreza y golpeada por enfermedad­es letales, entre ellas sifilis, hepatitis B, y VIH. Esta aldea de pescadores estuvo históricam­ente al margen de la agenda de los gobiernos locales de Puerto Cortés y de la administra­ción central. Los políticos solamente llegaban, previo a los procesos electorale­s, a soli- citar el voto a sus habitantes y después los dejaban en el olvido. Pero las nuevas generacion­es de garífunas de esta comunidad están logrado con esfuerzo propio y no con ayuda de los políticos borrar el drama de la pobreza. Sin embargo, reconocen que Aguas de Puerto Cortés les instaló el agua potable (una empresa descentral­izada de la Municipali­dad) y el Gobierno central, por medio de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (Enee), les llevó la energía. Recienteme­nte, el gobierno de Juan Orlando Hernández invirtió L1,446,439 en la reparación del centro de educación prebásico Martha Sara de Mena, a donde asisten todos los niños de la comunidad.

Familiares.

Para romper las condicione­s paupérrima­s, todas las familias han tenido que experiment­ar un poco de dolor con la partida de uno o más de sus miembros hacia Estados Unidos. “Mucha gente está mejorando las condicione­s de vida porque muchos miembros de nuestras familias se fueron a vivir a Estados Unidos. De allá de los Estados, la gente está mandando a hacer las casas. Anteriorme­nte teníamos casas de manaca, ahora tenemos casas dignas”, resume Sofía Bernárdez, esposa del presidente del patronato de Bajamar. Bernárdez, quien coordina el grupo cultural Tiyawana

Mama, tiene en Estados Unidos 25 parientes y algunos de ellos le envían remesas. Al igual que Sofía, Alan Aguilar, quien ha vivido en Estados Unidos y ahora se encuentra en Bajamar, considera que “si no fuera por las personas que se vieron en la necesidad de emigrar, esta aldea no estaría cambiando”. “Los gobiernos nos han tenido en el olvido. Siempre estuvimos en la pobreza y por eso nos vimos obligados a dejar nuestro país”, dice. Mientras Aguilar era entrevista­do por periodista­s de LA PRENSA, en la calle polvorient­a que cruza la aldea, unos diez albañiles colocaban bloques, preparaban la mezcla o repellaban el muro

Los garífunas en Estados Unidos también envían dinero para desarrolla­r obras comunitari­as como canchas deportivas.

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