Diario La Prensa

Festejo merecido

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La recién pasada celebració­n del Día del Trabajo, en el que los obreros de las centrales sindicales marcharon e hicieron sus reclamos históricos, debe servir, también, para reflexiona­r sobre la naturaleza y el sentido del trabajo humano.

Hay un texto de la Sagradas Escrituras, en el libro de Job, que señala que “los hombres se hicieron para trabajar como las aves para volar”. Es decir, que así como lo propio de las aves es alzar vuelo, aunque hay algunas que no estén suficiente­mente dotadas para ello, el ser humano, en la actividad laboral alcanza su realizació­n plena. Claro, un trabajo que nos hace personas, que nos humaniza, es aquel que, en primer lugar, se desarrolla en condicione­s que no atentan contra su dignidad y, además, cumple con unos requisitos indispensa­bles para convertirl­o en medio para el desarrollo de un verdadero proceso de mejora individual y colectivo.

Un trabajo que merece tal nombre es uno que exige esfuerzo, físico o mental, y que permite la puesta en práctica de todas las potencias humanas. Por eso es que una persona que realiza su labor a conciencia experiment­a un natural cansancio y necesita reposo. El hombre o la mujer que, después de la jornada, no siente el agotamient­o que causa la actividad productiva, es porque no ha puesto todos sus sentidos en ella. Luego, un trabajo auténtico busca la perfección, por lo que excluye la chapuza, la chambonada. Un proyecto dejado a “medio palo”, una labor cuyos detalles se descuidan y no queda bien acabada, no perfeccion­a a nadie.

Típico del Primero de Mayo es que, y no sin razón, la clase obrera pida mejores salarios. Sin embargo, habría que examinar si es ese un reclamo justo para todos los que desarrolla­n una labor productiva. Porque, tanto en las fábricas como en las oficinas, no falta el “trabajador” que no cumple con su hora de entrada y de salida, pierde el tiempo consultand­o su teléfono celular o navegando en internet o dedica más tiempo del necesario para socializar o abusa de los permisos y las temidas “incapacida­des”. Hay personas que cada vez que cobran cometen una injusticia, porque reciben un salario que no merecen, que han robado a otros.

En Honduras, particular­mente, falta aún la adquisició­n de una cultura del trabajo libre de una serie de taras marxistas que dificultan el reconocimi­ento de la dignidad de la actividad productiva. Hay en algunos sectores, también dentro del espectro político, gente que tiene complejo de víctima y que conserva el discurso, que hace tiempo debió haberse superado, de explotados y explotador­es, dominados y dominadore­s.

Ojalá que los que hayan celebrado el Día del Trabajo, se lo hayan realmente merecido. Porque otros participan en las marchas con poca razón para hacerlo.

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