Una dinastía en extinción
El pueblo nicaragüense está dando al mundo una lección de democracia, sobre todo a los presidentes y presidentitos de nuestra América india que se les quema la miel para continuar en el poder, como ha sucedido en Venezuela, Ecuador, Bolivia, y Nicaragua, que han hecho lo inimaginable para extender o perpetuar sus mandatos, como las reformas a la constitución que lo impiden, sin que hasta el momento este sistema haya demostrado su eficacia y más bien se desmorona. Sorprendentemente, los promotores de estas reformas, en varios casos se han quedado cortos en el momento de definir cuántas veces un presidente puede prorrogar su mandato. Error de cálculo que ha sido posteriormente enmendado, como lo hizo Hugo Chávez que no tuvo empacho en enmendar la constitución varias veces “refundando” a Venezuela, para permitir su reelección en forma indefinida. Volviendo a nuestro tema princi- pal. El pueblo nica hizo recular al presidente Daniel Ortega anulando unas reformas supuestamente sociales al sistema de pensiones que fueron, junto a otras medidas antipopulares, el detonante de una rebelión que él no esperaba, exigiendo la renuncia de este y de su esposa que ostenta el cargo de vicepresidenta del país pinolero, y que ahora deben enfrentar a una generación posrevolucionaria que rechaza al dúo presidencial, que lleva ya 11 años, y que ahora, con la espada contra la pared, solicitan un diálogo “abierto y franco” como para dorarle la píldora a la comunidad internacional, que en revancha ha condenado el uso de armas oficiales y de paramilitares para reprimir las protestas, clamando por el respeto a los derechos humanos y el fin de la violencia en Nicaragua. Los Ortega manejan y controlan el país como si fuera una hacienda privada. El Parlamento, la Justicia nicaragüense, el Ejército y las fuerzas antimotines son contro- ladas por la pareja presidencial en un vergonzoso tándem, que se ha hecho reelegir en elecciones amañadas y arregladas. Como quiera que sea, la derogación de las reformas a los programas de seguridad social ha sido recibida con mucha satisfacción y espíritu triunfalista, por una oposición compuesta mayoritariamente por estudiantes universitarios, cuya reivindicación principal es ver a Daniel Ortega y su esposa fuera del poder. Por lo que no es fácil intuir, qué sucederá en los próximos días en Nicaragua, pese al diálogo anunciado por el gobierno para “restablecer la paz, la estabilidad social y la seguridad” en el país. Mientras no se dé una solución a las exigencias concretas de los manifestantes, no habrá opciones políticas frente a un Gobierno impopular que, por su autoritarismo y ferocidad, irremisiblemente se desgasta y autoextingue en un país que se merece los mejores derroteros.