200 años de Marx
No hay duda de que su legado permanece tan potente o más que en los mejores tiempos de Stalin, allá por la madre Rusia, porque es justamente en este siglo XXI, con sus luces, pensamientos y conceptos, donde son más evidentes las contradicciones que él innovó con su, en ese entonces, teoría. Carlos Marx tuvo una educación con muchas comodidades, con mucha ayuda de su viejo, un rico abogado, lector de Rousseau, Voltaire y Kant. El chico Marx se formó en el ambiente confortante y tibio en su natal Tréveris, donde escribió su primera tesis doctoral en la Universidad de Jena. Más tarde, en la Universidad de Berlín, estudió Derecho, Filosofía y, de ahí, en Francia, Economía. Intentemos explicar sobre qué trata el marxismo: para los capitalistas, el trabajador es libre, y no esclavo ni siervo, y con esa libertad vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Este intercambio tiene lugar en un sistema bien definido de relaciones sociales. Para Marx, el concepto de plusvalía y las condi- ciones lamentables que imponía la industrialización a los trabajadores era sinónimo de esclavitud y explotación. Lo que surge de este intercambio es la contradicción y lucha de clases, donde el trabajador busca lógicamente una menor jornada de trabajo y el capitalista busca extenderla. El salario es fijado objetivamente por la cantidad de trabajo que se requiere para que el trabajador viva y se reproduzca. El concepto de la sociedad sin clases y sin Estado definiría las ideas que tenían del comunismo tanto Marx como Engels (filósofo, sociólogo, periodista, empresario alemán y uno de los mejores amigos de Marx. El factor clave del legado intelectual de Marx en nuestra sociedad actual no es su “filosofía”, sino su “crítica”, o lo que describió en 1843 como “la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca, como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder”.