Trump, Maduro y la OEA
L as recientemente efectuadas “elecciones” venezolanas, reconocidas solo por los países de la región ideológicamente identificados con el régimen de Maduro o interesados en el petróleo chavista, y por otros, como China, Rusia o Irán, que no desperdician oportunidad para desafiar y contradecir a los Estados Unidos; no han hecho más que abrir una nueva brecha en las relaciones entre el Gobierno estadounidense, la mayoría de los estados miembros de la OEA, y el Gobierno venezolano. Empecinado con seguir en el poder, no obstante el rechazo de alrededor del ochenta por ciento de la gente, Maduro y sus adláteres montaron un proceso espurio con el que han pretendido dar una fachada legal a un régimen que no ha hecho más que daño a su propio pueblo. La OEA, como entidad continental, y a pesar de la postura individual de algunos de los estados que la integran, se ha mostrado bastante consistente ante la conducta equivocada de los líderes del Partido Socialista Unido de Venezuela y ha desconocido el “triunfo” de Maduro e invitado al resto de las naciones a mantener la presión para evitar que este se perpetúe en el poder y se sigan violentando los derechos cívicos y humanos de los venezolanos, de los cuales miles han huido del país y se han instalado en los países vecinos. El presidente Trump ha asumido algún protagonismo y animado a la OEA para que no ceje en su intención de condenar a Maduro y de exigir el retorno de la vida democrática al sufrido país sudamericano. Todos esperamos que, en esta ocasión, este organismo cumpla con su misión de preservar los principios democráticos y logre sentar un precedente aleccionador de cara a otros Gobiernos de la región que se identifican con Maduro y están interesados en mantener regímenes autoritarios bajo ropaje democrático, ya sea torciendo y manipulando las leyes o a bala y fuego. Mucha sangre ha corrido por el continente para lograr cierta estabilidad democrática, luego de oprobiosos regímenes militares y nefastas dictaduras, para que, de nuevo, la pesadilla cubana, de la que aún no se logra despertar, se extienda al resto de América Latina. Y, aunque algunas posturas del presidente Trump no gusten a todos los latinoamericanos, en esta ocasión no debe cabernos la menor duda que está en lo correcto. Si queremos un futuro de libertad para nuestros países, si deseamos que la libertad de prensa, la libertad de movilización, la libertad de elegir el tipo de educación que queremos para nuestros hijos, debemos apoyar a aquellos que buscan la liberación de Venezuela.