Idioma, cultura
L a visita del director de la Real Academia Española a nuestro país marcó una jornada de gran significado en los reconocimientos a su persona, pero sobre todo en su agradecimiento por la aportación de Honduras al idioma español, al habla calificada hace solamente unos años como castellano por su asiento más sólido en la región centro de la península, de manera que no solo asumió de la zona geográfica su nombre, sino que incluso sobre ella se concentraba la opinión del original y mejor conservada habla de la península, a diferencia del acento y eliminación de consonantes en el sur y Extremadura, en el ritmo de los gallegos y en el golpeado de otras regiones. Aquello ya pasó y la pluralidad en la creación y uso, a un lado y otro del océano, es la imagen de unidad enriquecedora en la que participan todas las comunidades, de manera que se pude aplicar al idioma la definición de Ferdinand de Saussure, “Lengua propia de una comunidad”, aunque esta comunidad sea tan inmensamente diversa y distante que, con siglos de historia, hallan en el lenguaje uno de los vértices de encuentro más significativos y fructíferos de las historias nacionales. En el desarrollo del lenguaje hispano, cuyos iniciales balbuceos aún se pueden ver, leer y escuchar en aquellos primeros vocablos que saltaron del latín al habla popular y quedaron plasmados en la “cuna del lenguaje” San Millán de la Cogolla, la sabia de la vida lingüística se fue fortaleciendo y el fin de la guerra secular contra los musulmanes, la unidad política y el inicio del imperio tienen una misma fecha gloriosa, 1492, en que Antonio de Nebrija termina y publica la primera gramática de la lengua castellana. Más de quinientos años después, el nuevo desafío es monumental. El director de la RAE no ocultó el peligro, pero hizo relación al telegrama, ya desaparecido, por la supresión de palabras para pagar menos. La tecnología proporciona graves zarpazos, pero los jóvenes “habrán de recibir en el sistema educativo toda la formación necesaria para utilizar bien el idioma español”. Y si a las endémicas deficiencias en las enseñanzas sumamos la dominante presión de las redes sociales y la pérdida acelerada de la afición por la lectura tendremos el compuesto perfecto para la implosión, la invasión externa y el debilitamiento en la identificación de un elemento cultural fundamental, el lenguaje.