El verdadero amor
No sé usted, querido lector, pero yo siempre termino confuso cuando oigo de alguna mujer que está siendo maltratada constantemente por su pareja (tanto verbal como físicamente) y aun así decide permanecer a su lado. Una actitud tal, que acepta el sufrimiento, la humillación, el dolor, las ofensas, la degradación, el menoscabo siempre pone a mis neuronas a trabajar sin tesón. ¿Qué es lo que propicia esa acción? ¿Qué es lo que lleva a estas mujeres (u hombres en contextos afines) a decidir de esa manera? Hace poco estuve escuchando una canción muy bonita de la cantante Annette Moreno. No fue la primera vez, pero sí la primerísima en reparar con uso de razón en la letra entonada. La canción se titula “Tus rosas” y en una de sus líneas dice así: “No entiendo cómo puedes [seguir al lado de] alguien como yo”. ¿Les sonó semejante, homogéneo? La cantante es, en este caso, la persona que maltrata, que produce dolor, que se desentiende, que degrada, que ofende, que pisotea. “Yo no entiendo tu amistad, que es tan incondicional. O, me lleno de lodo, y ahí estás para limpiar”, sigue diciendo, resaltando todavía más la actitud de aquel que recibe el dolor, el maltrato, la ofensa, el menoscabo, el desprecio, la burla, y vuelve a surgir la pregunta, ¿por qué así? Para responder, voy a lo seguro. Desconozco la razón en el caso de las mujeres o de todos aquellos que padecen de contextos similares, pero en el caso de Dios, que es a quien la cantante le dirige la canción, es el amor, su verdadero y perfecto amor. Un amor sin mancha, que es siempre entrega, sacrificio, abnegación y regocijo. Por eso “sus rosas están constantemente en nosotros a pesar de lo que somos”: pecadores imperfectos donde reside la maldad. ¿No sería mejor aceptar ese amor perfecto, ilimitado, incondicional y no merecido y decirle junto con la cantante “arranca de mí las espinas clavadas en el corazón?”.