Violencia latente
Se ha convertido en parte de la vida cotidiana observar cómo surgen algunas manifestaciones de violencia en la sociedad civil, algunas incluso tristemente celebradas a través de las redes sociales. No hablo de la criminalidad que cobra vidas, esa merece analizarse por aparte, sino de aquella que convive con nosotros sin que le prestemos debida atención. Así, pudimos ver cómo un par de jóvenes agredieron a un conocido personaje del escenario político nacional, más conocido por los vasos y las vacas que por sus propuestas para el país. Los jóvenes intentaron patearlo, a vista de la gente que paseaba en un centro comercial capitalino. En San Pedro Sula, con la excusa de las celebraciones de la Feria Juniana, nuevamente se desató el relajo –palabra ordinaria para definir una realidad que también lo es– en un concurrido centro nocturno que abre sus portones durante el mes. No son los únicos borbotones de violencia en este caldo, pero tampoco se trata de hacer aquí una lista –palabra que cobra auge y despierta emociones de todo tipo–, sino de poner en relieve una situación particular. ¿Qué relación hay entre ambos asuntos? La violencia latente, muchas veces celebrada, que está a flor de piel y surge ante el primer estímulo. El descontento permanente sobre asuntos más complejos, una agresividad mal reprimida que al ser cotidiana se vuelve poco trascendente. “Después de trascurridos seis meses de las elecciones generales del pasado mes de noviembre no debemos caer en el error de pensar que el país ha entrado en una etapa de normalidad o tranquilidad y que la crisis ha sido superada”, señalaba acertadamente, hace pocos días, un comunicado de la Conferencia Episcopal de Honduras. Las malas condiciones de vida de la mayor parte de la ciudadanía y la pérdida de credibilidad de la clase política plantean una crisis de otras dimensiones, es decir, una crisis institucional. Si no hay resultados en la lucha contra la corrupción y la impunidad, más allá de los listados anunciados, ¿qué confianza podrá tener la población en sus instituciones? Tampoco se trata de declarar culpables sin previa defensa, pero sí de hacer eco a las acciones de la Maccih, entre otras instancias. Es imprescindible pasar de las denuncias a las acciones concretas, pero, por ahora, la impunidad sigue siendo un lastre para el país. Todo pasa sin que pase nada. Ese ha sido el comportamiento que ha generado el estado en el que nos encontramos. El tráfico de influencias, el abuso de poder, las componendas, los favores que hay que pagar, generan escepticismo. Ojalá nadie estuviera por encima de la ley. Estamos en un momento complejo. La falta de acciones específicas luego de las denuncias podría agravar la desconfianza en la que ya vivimos y la gente puede asumir erróneamente, como los jóvenes en el centro comercial, que tienen el derecho de tomar acciones por su propia mano. La indignación puede desencadenar una ola de violencia mayor. Basta con observar a nuestra vecina Nicaragua para darse cuenta de lo que podría avecinarse en caso de que no exista respuesta por las instituciones del Estado. ¿Le parece exagerado? Recordemos los acontecimientos de diciembre del año pasado que pocos veían venir. La situación política nacional no es aislada, por ende, lo que suceda en la región puede influir directa o indirectamente. No solamente en Nicaragua, aunque sea el principal punto de comparación por ahora, también el desarrollo de los procesos electorales en Colombia y México. Todo indica que julio será un mes muy importante, debemos estar atentos.
“situación políticanacional noesaislada, loquesucede enlaregión influyedirectao indirectamente”