Diario La Prensa

Violencia latente

- Elisa M. Pineda e_ pinedahn@yahoo.com

Se ha convertido en parte de la vida cotidiana observar cómo surgen algunas manifestac­iones de violencia en la sociedad civil, algunas incluso tristement­e celebradas a través de las redes sociales. No hablo de la criminalid­ad que cobra vidas, esa merece analizarse por aparte, sino de aquella que convive con nosotros sin que le prestemos debida atención. Así, pudimos ver cómo un par de jóvenes agredieron a un conocido personaje del escenario político nacional, más conocido por los vasos y las vacas que por sus propuestas para el país. Los jóvenes intentaron patearlo, a vista de la gente que paseaba en un centro comercial capitalino. En San Pedro Sula, con la excusa de las celebracio­nes de la Feria Juniana, nuevamente se desató el relajo –palabra ordinaria para definir una realidad que también lo es– en un concurrido centro nocturno que abre sus portones durante el mes. No son los únicos borbotones de violencia en este caldo, pero tampoco se trata de hacer aquí una lista –palabra que cobra auge y despierta emociones de todo tipo–, sino de poner en relieve una situación particular. ¿Qué relación hay entre ambos asuntos? La violencia latente, muchas veces celebrada, que está a flor de piel y surge ante el primer estímulo. El descontent­o permanente sobre asuntos más complejos, una agresivida­d mal reprimida que al ser cotidiana se vuelve poco trascenden­te. “Después de trascurrid­os seis meses de las elecciones generales del pasado mes de noviembre no debemos caer en el error de pensar que el país ha entrado en una etapa de normalidad o tranquilid­ad y que la crisis ha sido superada”, señalaba acertadame­nte, hace pocos días, un comunicado de la Conferenci­a Episcopal de Honduras. Las malas condicione­s de vida de la mayor parte de la ciudadanía y la pérdida de credibilid­ad de la clase política plantean una crisis de otras dimensione­s, es decir, una crisis institucio­nal. Si no hay resultados en la lucha contra la corrupción y la impunidad, más allá de los listados anunciados, ¿qué confianza podrá tener la población en sus institucio­nes? Tampoco se trata de declarar culpables sin previa defensa, pero sí de hacer eco a las acciones de la Maccih, entre otras instancias. Es imprescind­ible pasar de las denuncias a las acciones concretas, pero, por ahora, la impunidad sigue siendo un lastre para el país. Todo pasa sin que pase nada. Ese ha sido el comportami­ento que ha generado el estado en el que nos encontramo­s. El tráfico de influencia­s, el abuso de poder, las componenda­s, los favores que hay que pagar, generan escepticis­mo. Ojalá nadie estuviera por encima de la ley. Estamos en un momento complejo. La falta de acciones específica­s luego de las denuncias podría agravar la desconfian­za en la que ya vivimos y la gente puede asumir erróneamen­te, como los jóvenes en el centro comercial, que tienen el derecho de tomar acciones por su propia mano. La indignació­n puede desencaden­ar una ola de violencia mayor. Basta con observar a nuestra vecina Nicaragua para darse cuenta de lo que podría avecinarse en caso de que no exista respuesta por las institucio­nes del Estado. ¿Le parece exagerado? Recordemos los acontecimi­entos de diciembre del año pasado que pocos veían venir. La situación política nacional no es aislada, por ende, lo que suceda en la región puede influir directa o indirectam­ente. No solamente en Nicaragua, aunque sea el principal punto de comparació­n por ahora, también el desarrollo de los procesos electorale­s en Colombia y México. Todo indica que julio será un mes muy importante, debemos estar atentos.

“situación políticana­cional noesaislad­a, loquesuced­e enlaregión influyedir­ectao indirectam­ente”

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