Diario La Prensa

Nuestra falsa identidad nacional

- Otto Martín Wolf ottomartin­wolf2@gmail.com

El otro día vi un reportaje sobre la manera en que se enseña y celebra la “identidad nacional” en las escuelas. Unos niños, vestidos con taparrabos y con plumas en la cabeza, pretendían representa­r nuestra identidad nacional guiados por maestros que, sinceramen­te, no sé en qué siglo viven. Aquí vivían indios (antes del descubrimi­ento de América), cierto, pero nuestros verdaderos antepasado­s y las costumbres que nos han formado no tienen su origen en los lencas, chortíes ni en la “noble herencia maya”. De hecho, decirle indio a alguien es una forma de insulto, la verdad es que nuestra identidad nacional, actualment­e, tiene que ver más con pizzas, donas, hamburgues­as y bebidas gaseosas que con las casi desconocid­as golosinas que se preparaban antes del descubrimi­ento. Yo, en lo personal, no quiero que seamos indios, me gusta el modernismo, me encantaría que avanzáramo­s a la misma velocidad que el resto del planeta o que, más bien, fuéramos líderes. Quisiera que aquí se hubiera inventado el microchip y la tecnología celular, no que fuéramos campeones en cazadecone­josogarrob­osconarco y flecha. A ver, niños, levanten la mano, digan qué prefieren: ¿vestirse de indios y jugar con falsos arcos y flechas o conseguir un auténtico disfraz de Darth Vader y jugar a combatir con sables láser? Lo poco que heredamos de los indios que realmente vale la pena fue el maíz en tortillas, atole, tamalitos, etcétera, aunque el verdadero sabor se ha perdido, ya que cocinamos con harina de maíz preparada en grandes fábricas, nadie va más al “molino” a moler el maíz para luego “echar las tortillas”. De hecho, compramos tortillas de fábrica, que son más delgadas, casi no tienen “cara” y no saben ni parecido a las originales. Pero de todas maneras, esas tortillas son parte de nuestra identidad nacional, a la par del baguette, el croisant y el pan de hot dog. La identidad nacional que pretendemo­s enseñar a los niños es un sin sentido alejado de la realidad. Necesitamo­s que nuestros niños vean hacia adelante, a la ciencia, la innovación, la tecnología y no tratarles de enseñar casi a la fuerza esa falsa identidad nacional. No se enojen conmigo (o háganlo, de todas maneras he escrito cosas más terribles), pero, con todo y todo, creo que los programas de educación que tratan de vender- nos esa falsa identidad están más perdidos que los fondos del Seguro Social. Queremos teléfonos celulares de última generación y televisore­s inteligent­es, nos gustan las motos (instrument­o suicida favorito, aun sobre las pastillas para curar frijoles). Aquí sabemos de tequila y ron (y algunos pretenden conocer de vinos, pero son unos farsantes), ya casi nadie gusta del guaro puro (y a quienes lo toman los llamamos indios). No enseñemos a los niños esa falsa identidad nacional, aquí nos gusta el fútbol, no el estúpido juego de pelota (imagínese, al que perdía lo mataban, aquí los que se matan son los espectador­es de equipos rivales), aquí nos gusta el cine (preferible en 3D en salas VIP). Nadie usa caites ya, ni siquiera los indios, todos calzan Nike y Adidas, aunque sean de los falsos. Enseñemos historia, digámosle a nuestros niños que los indios no conocían la rueda y que los españoles no encontraro­n nada de tecnología, ni siquiera un lenguaje escrito. Digámosles la realidad y dejémoslos de vestir con plumas (de gallina), démosles un traje del Hombre Araña y estarán más felices.

“laidentida­d nacionalqu­e pretendemo­s enseñaralo­s niñosessin sentido, lejosde larealidad”

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